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JUEVES

SEGUNDO

po, es arrojada al infierno para ser eternameñte presa de

las llamas. ¡Qué sorpresa ésta! ¡pero qué rabia

y

qué des–

esperacion pasar en

m1

momento de la mas brillante

prosperidad. del estado mas floreciente, de la region de

las delicias

á

la region de las tinieblas

y

de los lloros, al

centro. de la desolacion,

á

los fuegos eternos, á la estan–

cia de todos los suplicios! De lo mas profundo del in–

fierno vió en espíritu este desve.nturado al patriarca Abra·

han

y

á

Lázaro tan resplandecienre como el sol al lado

de este Patriarca. Este espectáculo aumentó sus penas

y

su desesperacion. En lo mas fuerte 'de sus tormentos se en–

caró con Abrahan,

y

con unos gritos lamentables, efec–

tos del mas vivo dolor

y

de la mas cruel desolacion, le

hizo esta súplica: Padre Abrahan, que me ves en este

lastimoso estado, ten compasion de mí,

y

envíame á Lá–

zaro, para que mojando la punta de su dedo en el agua,

dexe caer una gota en mi lengua, que está hecha un fue–

go. No niegues este pequeño alivio á un desventurado que

en estas llamas crueles padece dolores indecibles. No se

hace caso de los pobres en· este mundo, se ap.arta de

éllos la vista por no verlos. Un rico creeria se deshonra–

ba si se paras.e á hablar con un pobre: en la otra vida

los mas dichos mendigan sus sufragios, solicitan sus sú–

plicas, envidian su fel"cidad,

y

quisieran estar en el lu–

gar de aquellos á quienes tanto menospreciaron. Hijo mio,

le respondió 'el sa nto Patriarca: acuérdate que toda tu

vida has vivido entre delicias,

y

que al contrario Láza–

ro' ha estado continuamente padeciendo. Ahora todo se

ha trocado: un gozo inalterable , una felicidad llena, pu–

ra

y

colmada es la herencia de este pobre á quien tra–

taste con tanra dureza;

y

la tuya es un agregado de to–

dos los tormentos imaginables; no esperes que él te dé

jamás el menor alivio. Los escogidos no tienen comer–

cio alguno de caridad con · los réprobos, toda comuni–

cacion está ' prohibida entre éllos. Tú ardes

y

arderás pa–

ra siempre s'in recibir jamás el menor refrigerio.

A

lo me–

nos, replicó este rico desventurado, envíalo

á

la casa de

·mi padre, para que advierta á mis cinco hermanos el es–

tado en que me hallo, y para impedirles que vengan

á

arder conmigo en este lugar de tormentos, donde sus su·

plicios aumentarian los mios, pues su triste suerte

sería