NOVIEMBRE. DIA. XIX.
Jtular patrocinio que en todos tiempos ha experimentado
E
paña de las p!edades
de
la madre de Dios. Ellos son tan–
tos y tales, que apénas ha habido monarca en la península
que
no
los bar.a presenciado muchas veces , ni ocasion
de
necesidad ótrtbulacion grande en que no se haya hecho
sensible.susocorro. Si los enemigos han pretendido usurpar
nu~stras
tierras y posesiones: si
se
han entrado por nuestras
campañas asolando quanto encontraban, destruyendo las
poblaciones,
y
reduciendo sus gentes
a
miserable servidum–
bre: si el cielo ·endurecido ha negado
a
nuestras tierras la llu–
via en los tiempos oportunos : si la enfermedad, la hambre
ó
la peste ha comeazado alguna vez
a
exercer contra noso–
tros las justas venganzas del cielo, María ha sido nuestro
escudo, nuestro Antemural, nuestra defensa: la madre de mi–
sericordia que ha intercedido por nosotros: nuestra abogada;
en fin , nuestra protectora, con cuyo favor y patrocinio se
han disipado nuestros males, se han arredrado nuestros ene–
migos., se
han
contenido nuestras aflicciones , se han ataja–
do nuestras enfermedades,
se
han enxugado nuestras lágri–
mas , y se nos han abierto las puertas de la esperanza y el
~onsuelo.
Sin embargo de esto, será creible que hasta el rey–
nado de Felipe
l
V.
haya estado España disfrutando to–
das estas estas gracias sin pensar en reconocer con alguna
demostracion pública ei patrocinio de
María~
Así es: este
géneroso príncipe recorrió en su memoria los siglos de es–
ta monarquía ,
y
vió que
en
todos ellos babia suficientes he–
chos para formar una historia particular de los favores de
la madre de Dios.
V
ió que
p<;>t
su mediacion y patrocino se
babia ido recuperando España
de
la tiránica domimtcion de
los moros:
que
i
ella
se debia principalmente el ·que entre
tantas misenas como babia padecido esta provincia, nunca
hubiese sufrido la mas terrible de t-0das, que es verse pri–
vada de la verdadera fe de Jesu-Ctiristo. Veía que los reyes,
sus ·predecesores, habian conseguidG infinitos triunfo3 en dias
dedicados
i
la veneracion y culto de esta Señora ,
y
otros
c-00
señales tan manifiestas de ser obra de
su
piedad, que no
se podia hacer desentendido el corazon
mas
ingrato. Su pro–
pia
experiencia , sobre todo,
le
estimulaba de
una
manera
tan poderosa, que el resistir hubiera sido mas· presto proter–
bia,
que
insensibilidad.
Y
como
veía
por
tantas
partes ame–
nazado su
trono~
de manera que
a
los ojos de la prudencia
V 3
hu-