NOVIEMBRE. DIA XII.
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este lado ; en vista de lo qual , concibió el detestable inten–
to de quitar
Ja
vida al santo pontífice al mismo tiempo que
fue se
a
recibir de su mano la sagrada comunion. Mandó
pues ,
a
un page suyo (qué horror! ) que le alargase la
es~
pada quan o estuv iese en el comulgatorio para recibir la
hostia consagrada ; pero ha
y
un Dios protector de la ino–
cencia. El page quedó repentinamente ciego, sin poder
discernir
él
San Martin, quando dió
a
Olimpo
la
comu–
nion.
Así lo aseguró des pues
él
mismo con juramento.
Mas
no por eso se rindió el emperador; ántes , irritado cada
dia
mas contra la Iglesia romana por
la
constancia con que se
oponía
a
todo lo que era cont rario
a
la fe, hizo goberna–
dor de Roma
a
Teodoro Calliopas , dándole por asociado
a
otro Teodoro , gentilhombre de su cámara ,
[y
encar–
gá.n.dolos mucho que sobre todo se apoderasen del papa. Ha–
lláronle en la jglesia de San Juan de
Letra~
·santamente
empleado en cantar las a lbanazas déDios. Salióles al encuen–
tro, acompañado de gran número de fieles,
y
de toda su
clerecía, la qual , sin tener miedo al gobernador , esfor–
zando
l'J.
voz , decia estas palabras :
Anatema
a
todos los
que dixeren
o
creyeren
qu~
nuestro santo pontífice Martin
haya alterado ni el mas mínimo artículo de la verdadera fe.
Anatema tambien
a
todos aquellos que no perseveraren has–
ta la muerte en la fe orthodoxá.
Como Calliopas era hom–
bre político disimuló por entónces ; pero poco tiempo
despues se apoderó del santo pontífice , sin dar lugar
a
sus clérigos
ni
a
sus criados para poderl e defender.
Fué conducido
a
Mecina,
y
desde
all í
a
la
isla
de
Na ..
xos, donde padeció muchas miserias. Desde
allí
le lleváron
a
Constantinopla, donde, despues de u1trages inauditos,
que los mismos gentiles se horrorizarían de hacer sufrir
, a
la cabeza de la Iglesia católica , fué encerrado en una es–
trecha prision, con órden de que ninguno lo supiese. Tres
meses estuvo en ella sin hablar
a
persona viviente ,
y
el mismo dia de viérnes santo le Ueváron delante del
senado , no pudiéndose mover él por su extrema debi–
lidad. Compareció, pues, delante del presidente, el qual
le dixo:
Habla miserable,y di, qué mal te ha hecho et em–
perador~
Se ha apoderado de tus
bienes~
H as recibido de
él alguna
injuria~
No respondió el Santo palabra. Citáron–
se testigos falsos que le acusasen : entráron en la sala , reci-
bió-
'