ENERO.
DIA
VI.
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ni un momento dudaron en
ir
a
'buscar ar que anunciaba
la
estrella.
Los Orientales llamaban Magos
a
sus
Doctores , como
los Hebreos ros llamaban Escribas , los Egipcios Profe–
tas, los Griegos-Filósofos, los Latinos Sabios;
y
esta pala–
bra
Mago
en lengua Persa tambien significa Sacerdote.
En
todas partes los respet;iban sumamente los Pueblos, te–
niendolos como por depositarios de la ciencia y de la Re–
ligion. La Iglesia da el nombre-de Reyes
a
estos tres hom–
bres ilustres, fundadn. en aquellas palabras de David:
Los
Reyés de Tharsis ,y de las Islas; los Reyes de Arabia, y
',
de S abá vendrán
a
ofrecerle dones, ·
en
prenda~
de
su
ve–
neracion , de
su
:fidelfdad y de su obediencia. Tambien se
funda
en una tradicion tan antigua, que no es facil en–
contrarla
princiP.io, hallandose pinturas antiquísimas, que
los representan personas coronadas con todas las insignias
de
la
Magestad. Añadese
a
esto
el
testimonio de los Pa–
dres mas célebres de la Iglesia, como Tertuliano, Sao
Cypriano, San Hilario, San Basilio, San Juan Chrisósto–
rno , San Isidoro , el Venerable Beda , Teofilacto , y otros
muchos. Es cierto que las Naciones Orientales , quaodo·
los Reynos eran electivos, escogian Reyes entre los
Filó–
sofos ; y si eran hereditarios, procuraban instruir en las
ciencias
a
los Príncipes, de manera, que pudiesen mere–
cer el título
de
Sabios. Asi lo observa Platon, tratando
de la educacion de los Príncipes de Persia ; añadiendo,
que sobre todo la Astronomía era estimada, como la cien–
cia mas digna de los Soberanos.
Habiendo, pues, observado estos tres Monarcas,
a
quienes algúnos llaman Gaspar, Baltasar,
y
Melchor, el
dia
25
de Diciembre una estrella mas brillante que las
ordinarias , juzgaron que era aquella estrella de Jacob,
anunciada por el Profeta Balán {cuyas profecías tenian
bien enudiadas) como señal de un Rey que babia de
na–
cer para la salud de todo el género humano. Alumbrados
al mismo tiempo con una luz interior, por
la
q\Jal cono–
cieron que aqtJel astro los serviria
de
guia
para encon–
trar al
Mesías,
tomaroh el camino de Judéa donde sabjan
por
la
tradicion que babia de nacer aquel Rey tan desea–
rlo de todas las Naciones. El Evangelista solamente nos
1
previene que
vini~on
del Oriente, esto es, de un Paí·s
que
'
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