Table of Contents Table of Contents
Previous Page  277 / 582 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 277 / 582 Next Page
Page Background

/

ENERO. DIA

XVII.

225

O

gran

Dios!

y

en qué se pasa

to~a

la v.ida

!

Gímo?.

me estremezco solo de acordarme de mi

mG>~orra,

-de mi

fatal letargo. Mas pues Vos , Señor , me despertais de él_;

por. vuestra divina gracia, haced. que en

~del~nte

tenga

siempre tan presente vuestra vemda, que

Jamas

me

COJa

desprevenido.

r

•r

'

·

PUNTO SEGUND.O.

C

onsidera qué gran dicha

es

la de aquellos fieles sier–

vos, que quando viene el Seño r 'icfs encuentra velan–

do ; qué alegría tambien para el Salvador del mundo el

coger en ellos el fruto de sus trabajos y de su sangre , el

poder derramar sobre sus almas· el torrente de sus

ben~

diciones , admitiendolos al festín,

y

haciendolos partici–

pantes de su gloria!

Pero , y qué gozo para los mismos

sie rvo~

fides

el _

no

h~berse

dexado arrastrar. de los falsos atract1 vos con ·que

el mundo embriaga

a

sus sequaces

!

Qué placer el no h'"–

berse dormido como tantos otros , .que se dexa ron vencer

1

-

de la modorra .

. .

....

El Señor siempre viene antes de lo que se pien(ia. Qué

alegría la de

hab~r

estado en veJa continuamente

!

La de

no haber perdido de vista ni un punto el irJipórtante ne–

gocio de la sal vaeion

!

La de haber: tenido presence dia

y

noche el pensamiento de

la

muerte

t

La_de haber

perse;..

verado en una vida inocente , y rica de buenas obras

!

',

, Pon los ojos en San Antonio , en el último momento de

su vida. Qchenta y cinco años babia . que aquel siervo fiel

estaba velando en el desierto , para esperar· la ve!!ida del

Señor. A los veinte años de su edad babia dexado

eLmun~

do, y habia conservado su inocencia con el contínuo·

exercicio de una penitencia rigurosa. O

!

y con qué gozo

vió que se ,acercaba ya el momento decisivo de su eterna

fe licidad

!

El mismo consolaba

a

los que lloraban , porque

le perdian. Muere con tanto consuelo , que la alegría que

inundaba su alma, no cabiendo en ella, rebosa ácia afue- ·

ra, y se comunica al semblante de su cuerpo moribundo.

Qué diferencia, buen Dios, qué dfferencia entre Antonio

al espirar ,

y

todos esos aparentes dichosos del mundo

quando mueren! O! quántos duermen , por decirlo así,

toda la vida

!

Pero qué cosa tan

terrible.

es no

dcspertat

hasta

la

hora de

la

muerte

!

P

Dul·