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SEñOlt

NUESTRO.

era Christo , que era el Hijo de Dios ,

e

amargamente de

él ,

porque había venidc

su imperio.

gr3

exandose '

destruir

En el capitulo

19.

de los Hechos de los Após–

toles , leemos , que estando San Pablo en Efeso, bau–

tizó

algunos discípulos, que solo habían r ecibidct

el

bautismo de Juan ;

y

que habiendoles impues to

las manos , vino sobre ellos el Espíritu Santo , de

suerte que recibieron con él el dón de lenguas

y

el

de profecía. Por aquel mismo tiempo, algunos exor–

cistas Judíos, que corrían

el

país. , viendo los

mi-–

lagros que hacía San Pablo

todos

los

días en

el

nombre del Señor , pasaron

a

invocar tambien ellos

el

nombre de nuestro Señor J esu-Christo sobre

1 s

que estaban poseídos de los espíritus malignos , di–

ciendo : Os conjuro , por el Jesus que predica Pa–

blo , que salgais de este cuerpo. Los que hadan

esto eran los

siet~

hijos de Esceva Judío , Prínci–

pe de los Sacerdotes. Pero el maligno espíritu

les

dió esta respuesta: . ConoZJCO

a

Jesus '

y

sé quien

es Pabló;

t,

pero quienes soís vosotros

'?

Dicho es..

to , el hombre que estaba poseído de un

demoni~

:muy malo ' se tiró

a

ellos '

y

habiendoles dado mu- ·

chos golpes , se metió dentro de sus cuerpos. El

caso fue notorio

a

todos los J ud'10s

y

Gemi~es

que

vivían en Efeso , añade el saO' rado Historiader : no

hubo qulen no se espantára de

un

caso tan terri–

ble ; pero

al

mismo tiempo sirvió

para

que

to–

dos ensalzáran el nombre ds nuestro Señor

Jesu–

Christo.

· · Despues

de

esto ,

z,

quien

se

atreverá

a

poner

Rr

en