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-e
XERC.I ·CIOS
J..u.nes dulzura,
y
·s'u faciliaad. Vuelta de todas sus preocu
7
paciones, libre de los movimientos impetuosos de tan–
tas pasiones, reconoce ,
y
siente
lo
mal que ha
he~
cho en no haber
viviao
segun las max'imas del Evan–
gelio.
Costumbres perniciosas, miramientos
excesivos,
idéas frívolas, leyes imaginarias del mundo , decen–
cias voluntarias, abusos autorizados , placeres ,
di–
versiones vanas
y
engañosas , alegrías superficiales,
yá
no subsisds sino en un amargo arrepentimiento:
¡
qué pesa¡<.¿s
!
j
qué deseperacion
!
¡
qué suplicio el
de una alma
a
vista de todo esto
!
Entonces
se
siente todo
el
peso de las obliga–
ciones
y
ocupaciones de su empleo, de su estado;
i}as compara el alma con
los
vanos, con
los
indignos
entretenimientos en que ha malgastado el tiempo,con
aquellos prg,tendid0s derechos de la ambicion , con
aquellas especiosas inutilidades
y
fru slerías,que
la
han
absorvido la mayór parte de su vida.
¡
Tri stes ,
deses–
peradas comparaciones, que no sirven sino para ha–
cernos sentír con a1;1tLcipacion el rigor fatal del J uicio
particular , desenvolviendpnos toda.. la injquidad d&
nuestra conduét:a '
y
poniendola
a
nuestra vjsta
!
·
.Si
supieramos,siquiera,en aquella horrible extremi–
dad aprovecharnos de aquellos ultimos momentos,
recrírriendo
a
la
Sangre y
a
los
méritos del Reden–
tor
'e
implorando con confianza la prbteccion de
la
.Virgen Santisima :
pero
hablemos de buena
te;
2 está
entonces uno en estado de servirse de
estos
ulrimos
socorros
?
¡A
y
_J
un accidente de apoplexfa , un mal
de corazon, causa turbaciones
y
terrores morrales,
que embargan al alma
y
la
hacen incapáz de todo.
En