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ABRIL
pasado. Siempre arder ,
y
estar cierto de que ha de arder
para sietnpre! Este es su destino. ¡O Dios
! ¡
Y es posible
qu~
tan atolondradamente ,Se corra
a
este horroroso pre–
tipicio 1 ¡A esta espantosa eternidad!
Imagina que
un
hon1bre esté condenado
a
padecer to–
das las penas del infierno , hasta que .haya anegado en sus
ligrimas
á
todo el universo, en la suposicion de que solo
ha de llorar una sola lágrima de
mil
á
n1il años. Cain s<;:>–
lo
huviera derratuado hasta ahora cinco ,
ó
seis. ¡Buen
Dios
! ¡
Qué
prodigioso número de siglos se pasarian án–
tes que llegase
á
llenar de sus lágrimas este quarto!
¡
Pues
·qué, s-i
hu
vieran de llenar toda esta casa
!
¡ Pnes qué , si
se huviese de esperar
á
que de sus
lágri1nas se fonnasen
grandes , y caudalosos rios
!
¡
Pues qué, si huviese de pa–
decer hasta derramar todas las precisas para llenar todo el
'inmenso espacio que ocupa el n1ar! ¡Pues qué , si fuese
necesario que inundasen toda la
tierra~
¡
Que ocupasen to–
dos los interminables vacíos, que hay desde la tierra al
Cielo
!
Hace
e
trGmecer este solo pensan1iento : justamen–
te asotnbrada , sobresaltada la razon , se confunde, se pier–
-de en esta
esp~n
osa extension de ·siglos. Con todo eso,
aun siendo tan asomb11osa,
tan incomprehensible esta du–
racion , no ·es la eternidad ; no es ni la n1as mínin1a par–
te de la eternidad ; porque despues
de
esa duracion de tienl–
po casi infinita, la eternidad se queda toda entera. Ha de
llegar tiérnpo, en que un condenado pueda decir , que si
hu
viera derramado una s9la lágrima de n1il a
mil
años, des–
de que esd. en el infierno ,
y
que si Dios la huviera lni–
lagrosamente conservado , ya estaría anegado en su llan-–
to todo
el
universo. Pero entónces le restará que padecer
toda entera
la
n1is1na eternidad: ni un solo momento ·
~e
havra distninúido de
su
eternidad infeliz.
¡
Ah Señor 1 ( y seré
yo
por ventura ,
ó
por desgracia
desdichado objeto de cólera tan terrible?
¡
Ay de
mí
!
que
, den1asiadamente lo soy : ya he tnerecido por mis cnl pas to·
-das vuestras venganzas ; pero tni dulce Salvador , y vues–
tro Hijo Jesn-Christo derramó sobrada sangre para apagar
tod~
eJ fuego del infjerno , y para n1erecerme vuestra mi-
,
se-