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. ll

.PROLOGO DEL TRADUCTOR•

E1

citecismo romano que tr..aducido

á

nuestra lengua presento al público,

junto con la correspondencia de su original latino, no necesita que yo le acom–

pañe con elogios, ni aun pudiera dárselos sin temor de deprimir su grande au–

toridad é incomparable

excelen~ia.

Ordenado por el santo Concilio general de

Trento, extendido y compuesto conforme

á

la doctrina que reconoci6 y aprob6

el mismo Concilio por los hombres mas sabios de aquelb edad escogidos en él,

publicado por San Pio V, aclamado despues aun mas que admitido por gran

número de Concilios provinciales

y

diocesanos ,

y

recientemente renovada su

recomendacion

á

toda la Iglesia por el Papa Clemente XIII de santa memoria,

ocioso seria

y

aun temerario el empeño de añadirle recomendaciones y ala–

banzas.

Estas mismas razones me escusan demostrar que convenia

traducirle,

ma–

yormente constando que el sagrado Concilio que le orden6,

dej6

dispuesto se

tradujese

á

las lenguas vulgares, para contraponer al gran daño que causaba la

variedad de catecismos esparcidos por autores de no sana doctrina, el remedio

de una autorizada suma qe Religion, que sirviese de segura regla para la ins–

truccioo cristiana de los fieles, como lo ejecutaron aquellos zelosos varones, que

recieo salido

á

luz este catecismo , le tradujeron y publicaron en las lenguas

de aquellos paises donde era mas urgente la necesidad.

Lo que juzgo sí indispensable es disculpar mi atrevimiento de haber em–

prendido esta traduccion. La obediencia, que por mi estado debo

á

los que ve-

- nero en lugar de Dios, es la que me hizo tomar esta empresav );l e¡¡tímulo de

los domésticos ejemplos (habiendo cabido por divina providencia

á

la familia

religiosa, de que me glorío ser miembro, el alto honor de que individuos suyos

tuviesen gran parte en la composicion de esta obra, diesen el primer ejemplo

de traducirla

á

las lenguas vulgares, y hayan empleado laudables tareas (*) en

defender su autoridad y promo\·er su lectura)

movi6

sin duda el zelo de mis

Prelados para mandarme aplicar mis débiles hombros

·á

este trabajo. Conocia

yo bien cuán desproveído estaba del caudal necesario para desempeñarle; pero era

pequeño mal el riesgo de mi crédito, si no acertase,

respecto del grave que co–

metería con mi inobediencia. Dios cuya infinita sabiduría suele servirse de ins–

trumentos débiles para sus mayores obras, se ha dignado concederme no solo el

(*)

Fr. Antonio ReginaJdo, Dominicano, que escribió la singular obra en un

tomo en folio :

De mente Concilii Tridentfoi circa gratiam,

~sí

en el prólogo como en Ja obra trae varios pasages

sobre el orígen, formacion y autoridad del

cnt~cismo

del Concilio, y despues comp uso la história

separada del mismo catecismo, que se imprimió últimamente en Nápoles año de

1765

en uu tomo

en ocia

vo

mayor.