quien había fallecido poco tiempo antes, obra que aparecería al año siguiente en la
editorial Ercilla de Santiago, por gestión de Emilia Romero. Semanas después,
pasé en limpio su recensión al folleto de Sturgiss
E.
Leavitt
A tentative bibliograply
of
Peruvian Literature
que ofrece exhaustivas notas «addenda et corrigenda>> al
trabajo delilustreinvestigador norteamericano. El personal de la Biblioteca Central
era excelente; trabajaban, entre otros, Federico Schwab como traductor del alemán,
encargado del
Boletín Bibliogr4fico
y de temas etnológicos y antropológicos; Carmen
Ortiz de Zevallos, de vasta cultura, que coordinaba y animaba las tareas
bibliográficas; y que años más tarde colaboraría con Basadre en la reconstrucción
de la Biblioteca Nacional y fundaría luego la inolvidable librería «Plaisi.r de France»,
que tanta falta nos hace. Otros empleados eranLizardo Revoredo, Teresa Umlauff
y don Amadeo Mendoza. Asiduo concurrente era Martín Adán, quien preparaba
su tesis
De lo Bmroco en el Perú.
La experiencia adquirida fue extraordinaria. Basadre era rm hombre joven de 33
años, afable, bondadoso, con rmainquebrantable volrmtad de trabajo y de servicio,
que no vacilaba en atender como cualquier empleado -con sumandil-, las consultas
de estudiantes y profesores. Aprendimos, bajo su dirección, a fichar libros y
artículos de revistas para mantener dos secciones permanentes del
Boletín
Bibliogr4fico
que registraban cuidadosamente toda la producción científica y
hll1llanística del Perú, y del extranjero sobre temas peruanos, servicio
importantísimo, que infortunadamente no se ha mantenido por la interrupción
del
Boletín.
Soy testigo cercano de la capacidad de organización de Basadre, de su
infatigable espíritu de trabajo, de su llaneza en el trato, de su cordialidad, de su
afán de formar con el ejemplo equipos juveniles para el trabajo bibliotecario.
Agotada prontamente, la primera edición de su
Historia de la &pública,
preparó la
segunda, que apareció en las prensas de la Escuela J\1ilitar de Chorrillos y que me
obsequió generosamente con rma dedicatoria, cuando era todavía rm estudiante.
Al año siguiente, acucl:llnos al desagravio que se le tributó en el restaurante <<La
Cabaña» para protestar por rm artículo «con nombre propio, que se introdujo en
la Ley Universitaria con el
fin
de crearle una incompatibilidad entre el ejercicio de
la cátedra y el cargo de Director de la Biblioteca, al que renrmció.
Desde la «Página del Libro», que fundé en la década del40 en el diario
La
Prensa,
en la época deJosé Quesada, y desde el
Mercurio Peruano
de Víctor Andrés Belannde,
cuya jefatura de redacción tuve a
mi
cargo más de diez años, mantuve contacto
con Basadre para publicar artículos suyos o recensiones acerca de sus libros o
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