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Pende con du1cc abandono
A un lado tu di estra mano,
I la otra de la mejilla
El peso sostiene blando.
Con
ra~on
tu tierna madre
Con afanoso conato
Por tí vela i te recata
Cual su tesoro el avaro:
Que eres mas be1lo que el dia,
Que en tre nácar i amaranto,
Aparece en el oriente
De luces vertiendo rnyos.
j
ómo r eposa tranquilo!
¡Par ce de nicrn un ampo!
Mirad qué
nlcra
sonrisa
Mueve el carmín ele sus lábios.
Talvez sueña ele sn madre
Recibir el be o aro;
Talrcz a un án jel sonría.
Entre la nubes 1elado.
Ese pecho tan hermoso,
Cuyo cútis nacarado
Eleva el latir lij ero
I brilla cun1 limpio lago;
Del viento de las pasiones
Será bien presto ajitado,
I sus olas turbulentas
En ti mismo harán estragos.
Entónces ¡ai
!
el orgullo,
El amor i sus engaños,
La ambicion i la codicia,
El temor i el sobresalto,
Serán los ánj eles puros
Que \ elar án a tu lado,
Reproduciendo en tus sueños·
De tu existencia los cuacb:os.
I luego
¡
ai
!
ante tu vista
Cubierta por velo opaco,
Se eclip. ari la esperanza,
Al lucir el desengaño.
Duerme, duerme
i
qnde lrnlagncn I verás lle(jar el tedio
E o en. n ño. tan grato ,
De la saciedad en brazos,
Que a r obar te u embeleso
I del cáliz de la 1ida
Se apresta el tiempo tirano.
Gustarás el dejo amargo.
Volando pasan ]os
di~s,
Veloces huy en los años,
A la fresca primavera
Sucede el seco 1erano.
I en pos suya se aproxima
El invierno adusto, helado,
Que marchita cuanto toca
Con su descarnada mano.
Mas ·silencio ! no se aleje
A tan fúnebres presajios
El ánj el que te sonrie,
Mientras tú duermes soñando.
Duerme, sí, pobre inocente,
Prolonga tu sueño grato,
Por los ánj eles mecido,
Por las brisas arrullado.
J
ERTRUDIS
G.
DE AVELLANEDA
,.
J