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.~;e

po

lo

quie're·para

sí :

el

e~

el

funes–

~o princi

pio de las enemistades.

NosoJr.os

viviríamos como herma..

, .

pos~

si

vivierarnos

sin

orgullo.

¡Oh vida santa! ¡Oh vida bien-–

aventurada la que se goza sin or–

gullo! Ella es el verdadero princi–

pio de la vida eterna. Comence–

.p10S,

pues, esta vida;

y

supuesto

GUe Jesu-Christo nos repite sin ce...

· $ar

esta unidacl, de_diquemos todos

·

nues~ros

pensamientos , deseos,

y

cuidados

á

J?rDcurar establecerla

dentro de nuestro corazon. ·Tenga–

mos

siempre

en el pensamiento ,

y

t;n

la

boca aquel precepto de

San

Phil.

11 •

4~

Pablo :

Que cada uno mire no lo

t_pue le·conviene

,

sino

lo

que convie–

ne.

á

los otros.

Esta es aquella per–

(eéta abnegacion de sí mismo , tan

(tncargada por Jesu-Christo. Sea–

mos una cosa aun con aquellos que

no quieren serlo con nosotros :

nor

tengamos nada nuestro: todo nues–

tro pesar consista solamente en no

comunicar

arto..

á

los

.otros

todo

quan...