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sensualidad'
y
el
an1or propio
ar–
rancados. ·
Pero
mientras
vivamos,
permanecera siempre aquel iufeHz
peso ' que nos
arrastra azia
el
mal. ,,
La
Ley
de
Dios
nos
deley-
Rom. vr
11 • ,,
ta
en el hombre interior : pera
~:·
2
3·
1
9· ,,
tenemos en nuestros miembros
•
,, otra
ley. Yo no
hago el
bien
que
,, ·quiero , sino el
mal
que no
quie-
'
b d
\'
.,,.
;, ro:¡ o,
po re e
m1 .
z
quien
me
,, libertará
de
este cuerpo
de
,, muerte
?
"
para que
yo
ame a
Dios ·con todas mis fuerzas ,
y
Ja
ley
del espiritu no buelva
a
halla!
/
.
.
.en
n11
res1stenc1a.
Entretanto,
Dios
mio , la
cari–
dad
debe
crece·r siempre,
y
la
coni:'
cupiscencia
me~guar.
Las
fuerzas
para
amar
se aumentan
an1ando.
El
~xercicio
del amor
purifica
el co–
razon ,
énseñandole
á
amar
rrias,
y
mas. Dios se
halla
en
nosotros
quando amamos: esta
dentro
de
nuestros
corazones'
y
difunde'
e
inspira
el amor en elios.
El
amor
de poseer
á
Djos
mas ,
merece
para
'
}"
.
con