~7º
atreveran
a
decir' que
no
quieren
enmendarse ,
y
aunque
poco re–
sueltos
a
obedecer al
Confesor,
di–
cen
como
el de la paraboJa:
Se·
ñ"r
ya
vqy.
Le
llaman·
Señor:
le
tienen un cierto respeto: en la apa–
riencia estan prontos
a
obedecerle:
n.o dicen
,yd
ire
;
sino
yd
voy
:
pa–
rece que
en
efeéto vienen ,
y
que
todo
esta
hecho.
Pe~o
sin
embar–
go,
nunca le. obedencen: no
·de·
xan el pµesto;
y
ora
sea que
le
.
,_
quieren enganar,
ora
sea que
se
engañan
a
sí mismos '
ellos creen
que tienen
~as
voluntad,
y
reso-
1.ucion que
la
que realmente
ti~-
11en.
Parece
que
ese procedimien–
to es
manifiestamente
el peor:
porque estas flacas
resoluciones,
y
este exterior
de
piedad
hacen
que crean aquellos miserables,
que
t~enen r~ligion;
y
asi no conciben
aquel horror de si
mismos ,
y
de
Shl
triste estado , tan
necesario
para
la enmienda. Pero el que dice
a
rostro _firme:
No quiero ir
;
corno
re·