zor
·esto no
se
enmienda. El
segunda
e horroriza
de
su
temeridad ,
y
se arrepiente.
Y
asi , ni nos
debemos confiar
en los
presun.tuosos
discursos
de
los que
lo prometen todo ,
ni
de–
sesperar de
los que nos parece,
que ·
lo
reh
1san
todo. Los grandes
pecados
excitan mas
con
su
enor–
n1idad
a
la penitencia ,
que
el in–
eficaz '
e
insipido pudor ' que lo
promete
todo , sin
desear ver--
daderamente la execucion. Con–
cluyamos, que la verdadera vir-
ud no consiste en
palabras :
vir-
1d
a arente ,yJudaica.
i
Alma fiel ,
has
prometido
tu
hacer
algo?
iY
esto que
has
pro–
m tido
es
alguna
cosa
ardua~
Pues
cumplelo al momento ,
y
con to–
da
fidelidad.
¿
No lo
has
c;umpli–
do~
Pues averguenzate, enmien-
ate ,
corrige te.
El
que praéllca habitualmente
a
irtud ,
oye
con
docilidad
los
re eptos,
y
los
obedece;
es
el
bom-o