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Chiri animayta r.aurarichicc
y·~huM.
Ccampi hunanchaccta tacyachicc yahuar.
Yupayahayquic un ·collanan Oiospa yahuarnin suncuycumant.a
Crus¡~i
hichascca cascraiquihuan tticcserr.uyuotin
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nata qquispichisccayquira,,cu.
¡Ah' ll apa ati pace mana puchucayñ.iocc Dios, ccsnmi mu•
nuccanqui Jes vs cllUriquicc yah 1arñínhuan ph iñacuyniquicc tta •
nucunam", iil uccaiC ut c
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C;anaicuta. Mañacuyquicuyari
yuyarinah ,,dfq uíta imahuanmi ranti cea casccaycuta, cay ¡,acha–
pi huchaycucc pampil.Chaiiiinta tarispa hanaccpachata huiñay ccu.
chacuyman chayanaycupacc: quiquiu
J e ucri5to churiquirai cu,
pin ccanhuau huaquí causan huiñaypa h.Pillayninpacc. H, C.
J.
DIGNIDAD Y SANTIDAD DE LOS SACERDOTES
1.-0
sacerdoteH del Señor"
¿conoceis bien vuestra dignidad, &abeis
ouanto os ensalza,. vuestro mir.istcrio? Nada h•y en el mundo que lo
iguale: la dignid••d de los reyes
y
emperadores dista iofitlitamente de
la vuestra; pues la suya enseñorea tan solo los
á
hombres
y
la vu estra
los corazones; la . de los grandes de la tierra les da auteridad
CCln
los
cuerpos, mientras que la vuestra en
las almas; y si ellos distribuyen
los biene6 de la tierra vosotros admiuistrais los del cielo.
Ni aU11
ios ángeles mismos son
comparados
a
los sacerdotes del
Señor; pues no poseen .estos espiritus beatos el poder cle cambiar el
pan y el vino en el c.uerpo
y
sangre de Jesucristo, ni administrar este
divino cuerpo y esta divina sangre
á
quien juzgan conveniente,
ni
remitir con a··toridad "los pecados, ni abrir de este modo
las puertas
del cielo.
Despues de Dios
y
su divina Madre d$ cuya propia sangre
f ue formado
Jesucristo, no hay enie en el universo que posea tan
divino atrib uto.
II. - ·
M~s
debienB.o el merito ser proporcionado
á
la dignidad para
q ne deshonrada y
oscur~cida
no sea. asi como
vosotros superais
en
sublim1dad
á
todos los hombres y
á
los mismos ángeles, deb6is tambien
superarlos en merito; y como no hay ¡;oder en el m.mcio que pueda
eompararse al vuestro, tampoco dese haber santidad que ser igual
á
Ja
que debe decorar el sacerdocio.
Ill.=¡Cual es el astro del cielo por mas resplandeciente que sea
ouya lnz no deba eclipsarse ante el fulgor de vuestra virtud?
;CoaÍ
es el fuego de la tierra
por grande que sea su ardor, que no doba
ser como hielo al lado del
h~gar
de vuestra caridad? Debeis,
ó
minis–
tr~s
del Salv ador! rebosar de
los ardores
y
luces del E spiri tu Santo
onyo órga•w Rois,
y
hallaros pe .et;ados del resplandor
y
fu ego
rie
ese 11ol de glona que tene1s cada (tia en vuestras manos
y
q ue
reciba~