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Plaza del pueblo de Santa Cruz del Valle Ameno.

y fWidó el primer pueblo de Apolo, la

Villa

de San Miguel,

abandonada años después.

Entre tanto, a partir de 1560, se llevaron

a cabo muchas penetraciones de religiosos

conversores, citándose principalmente éstas:

la del fraile carmelita Pedro Váez de Urre–

ta, en 1560, quien permaneció ocho años

en la tierra de los Chunchos; la del P. Mi–

guel Cabello de Balboa, en 1594; la del P.

jesuíta Manuel de Urrea, en 1597. Tanto

Cabello como Urrea perecieron a manos

de los indios. En 1620, entró el franciscano

Gregorio de Bolívar en compañía del mesti–

zo Diego Ramírez Carlos. También penetró

hasta Apolo, en 1622, el célebre misionero

Fray Bernardino de Cárdenas, más tarde

obispo de Asunción del Paraguay. En 1680

se internaron varios franciscanos con el P.

Bartolomé Jesús Zumeta, a quienes prestó

ayuda eficaz el domínico Juan de Cuenca.

Fray Pedro de la Peña fundó, en 1680, la

Misión de San luan de Buena Vista,

actual

cantón Pata, con indios

siliamas

y

pamai–

nos

del Tuiche. Seguidamente fueron esta–

blecidas estas nuevas misiones:

San /osé de

Chupiamonas, Santísima Trinidad de Ya–

riapo

(Tumupasa),

San Antonio de 1slla–

mas

(Ixiamas),

Santa Cruz del Valle Ame–

no

y

San Antonio de Atén.

Por entonces se

fundó también la misión franciscana de

Aguachile.

Volviendo a las expediciones de tipo mi–

litar, las más trascendentales por sus resul–

tados permanentes fueron sin duda las

encaminadas por el capitán Pedro Legui

Urquizo, quien se internó en 1615, por

Camata, con tres frailes agustinos y 180

hombres; alcanzó la llanura de

Pulapampa

y allí fundó la ciudad de Nuestra Señora

de Guadalupe. Mas, hostigado por los nati–

vos, carente de recursos y mermada su .

gente, abandonó la ciudad y se marchó en

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