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nes

kallpas

y

chiquiñas

cubiertos de ceba–

da de intenso verdor; de

quinua

y

cañahua,

de vivos colores violáceos y anaranjados;

de papales de flores blancas y moradas,

etcétera.

El temor del indio, entonces, es que sus

siembras, tesoro de todas sus ·esperanzas,

perseverancia y la longevidad, crecen los

kkollis

o

kjishwaras,

el típico árbol de la

puna.. Y con rara ubicación, ocupando la

cumbre de los cerros, como una ofrenda a

los cielos, abunda la

kkoa,

de olor penetran–

te y de hojas pequeñas. La

kkoa

sirve

para condimentar los alimentos, como re-

Vista de Laja, población histórica dond!? se firmó el acta de fundación de La Paz.

pudieran ser malogradas por el

chijchi

o el

juipi:

el granizo y las heladas. En el Alti–

plano, que es una pampa abierta, sin pro–

tección, las nubes negras y compactas y a

poca altura, le indican la inminencia del

granizo, y las noches estrelladas, serenas y

frías, la proximidad de las heladas. De

ahí que el indio prefiere realizar sus cul–

tivos en las faldas de los cerros, donde, a

pesar de ser más crudo el clima, hay pro–

tección contra las heladas.

F L ' O R A

La provincia Los Andes, no ha sido muy

favorecida por la naturaleza en la produc–

ción vegetal. Su clima frío, su altura, ma–

yor a los 4.000 m. sobre el nivel del mar,

y la severa sombra de los nevados de la

cordillera, han limitado a contadas especies

de la vida vegetal.

Como un símbolo de la foitaleza, de la

medio contra el "mal del aire" y para pro–

teger las papas recién cosechadas del daño

de los gusanos.

La monotonía del paisaje altiplánico, es

alegremente interrumpida por la presencia

de algunas flores silvestres, que crecen a la·

vera de los sembradíos, de los ·caminos y

de los charcos y en las faldas de los cerros.

El

panti-panti,

da flores blancas; el

churi–

churi,

amarillas; el

waycoli,

rojas; el

surt–

chu;

amarillas; el

zankkayu,

flores blan–

cas;

ros~¡tdas,

amarillas y rojas; el

misiku,

amarillas, que sirven para teñir; el

ayram–

pu,

que da el color rojo; el

laram-ttola,

que

se emplea para teñir de verde-azulado; el

kjawa,

para dar el color café, etc.

Como plantas medicinales, la ciencia in–

dígena ha descubierto propiedades terapéu–

ticas en el

kentu,

excelente para cicatrizar

las heridas; el

ockoruru,

recomendado para

curar las enfermedades de los pulmones;

el

sillu-sillu,

diurético de gran efecto; el

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