central por donde corre la ferrovía La Paz–
Oruro, con mesetas y cimas cuya altura so–
brepasa los 5.000 m. Allí el yermo mués–
trase inclemente y salvaje, casi no hay ve–
getación, ni agua, ni signo alguno de vida,
sólo crecen algunas especies de paja muy
dura, gris o amarillenta ( iru-hichu), plan–
tas espinosas raquíticas ( caylla), algunas
criptógamas y líquenes adheridos al suelo
y a la piedra, y un pasto menudo y reseco
por la helada, de color amarillento, muy
apetecido sin embargo por la fauna pecu–
liar de tales alturas, compuesto por la lla–
ma, la alpaca, el huanaco y la esbelta, grá–
cil y señorial vicuña.
Durante la estación invernal, que com–
prende los meses de junio, julio, agosto y
septiembre, la puna brava se cubre en sus
cimas y páramos con un manto de hielo
rutilante, que luego los calores del estío
lograrán derretir, en los meses de no–
viembre y diciembre, convirtiéndolo en co–
rrientes de agua fresca que descienden al
llano para fecundar la tierra y darle nue–
va vida.
PRODUCCióN AGRíCOLA
No siendo uniforme la topografía del
suelo, ni su composición química, las tie–
rras de la provincia Sicasica no tienen el
mismo valor desde el punto de vista agrí–
cola. Las hay ricas y fértiles, y las hay
pobres y de escaso rendimiento. Las pri–
meras están situadas por lo general en las
laderas de las serranías y en las llanadas
provistas de agua y riego; las segundas,
en la estepa lindante con la puna brava,
muy expuesta a las heladas y de suelo du–
ro y arcilloso. Aun éstas, sin embargo
producen la papa amarga, la quinua y la
cañahua, y no son completamente estériles.
Los métodos de cultivo son todavía ru–
dimentarios y primitivos. Los indios de los
ayllus
milenarios, así como los mestizos de
las poblaciones y aldeas, muchas de ellas
modernizadas y atrayentes, siguen utili-
zando el arado de palo uncido a la yunta
de bueyes y las escasas herramientas de ma–
no heredadas del incanato y de la Colonia,
sin haber pretendido nunca implantar nue–
vos procedimientos de trabajo y de cultivo.
Unos pocos hacendados han introducido el
uso de tractores e implementos mecánicos;
empero, no se conoce aun el emp1eo de abo–
nos y fertilizantes modernos, ni se ha ensa–
yado el cultivo de otros productos que acaso
podrían rendir mayores utilidades comer–
ciales que los conocidos desde hace siglos.
Si la iniciativa privada es nula en este as–
pecto, por ausencia de instrucción técnica
y
de estímulos adecuados, es el Estado
quie~
debe encarar este problema con los grandes
recursos de que dispone y conforme a un
planeamiento científico que abarque toda
la altiplanicie andina. A este propósito,
existen proyectos para crear dos o tres gran–
jas experimentales en la provincia, situadas
en medio de comunidades y fincas con me–
jores posibilidades para ser agrupadas en
grandes cooperativas que inicien la tecnifi–
cación de la agricultura y el ensayo de pro–
ducción intensiva de productos ya conocidos
y de otros que pudieran aclimatarse en ese
suelo, como el trigo ruso inmune a la hela–
da, la cebada malta o cervecera, la avena,
el centeno, plantas forrajeras, hortalizas,
etc., en igual forma a cómo se está proce–
diendo en la finca "Belén", de la provincia
Omasuyos, en la "Tamborada", de Cocha–
bamba, y "El Tejar", de Tarija, de propie–
dad del Estado. Dichas cooperativas, seme–
jantes en el régimen de trabajo y de pro–
ducción a los "kolkhoses" de las estepas
rusas, estarían bajo la dirección técnica y
administrativa de organismos responsables
del Estado, los cuales proporcionarían a los
asociados las máquinas, implementos, se–
millas, fertilizantes, animales reproducto–
res de raza y crédito rural suficiente para
impulsar sus trabajos, estableciendo, a la
vez, normas de explotación, de aprendizaje
técnico, distribución de los bienes produci–
dos por medio del trabajo en común, y fi–
jando, finalmente, el cupo de producción
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