la guadaña de las heladas los tiernos brotes de la gleba esforzadamente labo–
rada; ora se muestra generosa de sus aguas para, en la hora oportuna, regar
las tierras y renovar la savia vegetal hasta la lozanía anhelada; pero, también,
cuando este cielo quiere excederse en sus inagotables caudales, ruge en true–
nos, deslumbra en rayos y abriendo de par en par las compuertas de sus nu–
bes negras, arroja sobre la tierra sus granizadas y sus aguas copiosas hasta po–
ner amenaza sobre el cortijo, el caserío, la sementera o la misma ciudad retre–
pada en la montaña.
El arcón de los recuerdos, nutrido del pasado y de la
naturaleza~
pero
amplio como un gran corazón, también tiene capacidad para depositar allí mis–
mo todo lo que, como obra presente, es testimonio de la laboriosidad de las gen–
tes actuales, sus afanes de superación m7,terial y espiritual y, finalmente, de sus
propósitos para construir su porvenir y asegurar su destino por los siglos de los
siglos.
Todo esto es lo que pretende ser esta obra simbólica denominada "La Paz
en su IV Centenario". Y, todo eso, aunque mostrado en la limitada posibilidad
de un libro, queremos que signifique el entrañable afán de los hijos de esta tie–
rra de catalogar, enunciar y perpetuar su historia, su naturaleza y su espíritu,
'
sazonado en cuatro siglos de existencia aleccionada por la adversidad, alivia–
da por arrestos de optimismo, puesta a prueba por la sangre y el dolor y pre–
miada por inmarcesibles horas de triunfo y de ventura.
Este libro quiere ser también espejo e imagen de una raza y de un pueblo
engendrados para actuar y supervivir luchando a brazo tenso contra /actores
naturales ásperos y poderosos, que son, por suerte, no imposibles, sino más
bien estímulos y provocaciones a desarrollar facultades y actitudes capaces de
hacerla dueña del éxito.
Desdf! la remota interrogación del origen y .grandeza de Tiahuanacu, ya te–
nemos los paceños un imperativo de estudio, de investigación, para desentra–
ñar el milagro de esa vieja y solitaria cultura. El alma misteriosa del autóc–
tono es otra incógnita inquietante para los psicólogos y educadores. El trazado
de un camino, en cualquier dirección del horizonte, no es otra cosa que un
alarde de audacia y un desafío a la roca imponente, al precipicio temible o al
furor del río. La construcción de una morada es un gesto de desafío al talud
abrupto, a la breña vertical o a la inconsistente arenisca. La urbanización de una
calle o de una plaza, es un compromiso a domeñar las fragosas irregularida–
des del relieve. Y el formar un jardín, un esfuerzo de amor. En resumen, ser
Y
vivir como paceños, es dar pruebas de especiales energías físicas
y
morales
obtenidas por virtud de la herencia y por efecto de la porfiada lucha que le
impone el diario vivir.
9