HUAIRAPAMUSHCAS
mayordomo, mohino
y
agobiado por extraños remordimientos,
desapare<:f.a entre
lia
nieb~.
Tal vez debido a la rápida mejoría de Marcillo, quien en su
nuevo puesto de huasicama
y
vaquero le sacó al páramo hasta la
última res -dioen que más de miU cabezas-,
y
aJ
consejo del se–
ñor cura -"Es temerario confiar en un solo sirviente. Los cho–
los, por imitación o por deseo de elevarse, cuando se sienten
úni–
cos e indispensables, traicionan. En cambio si son varios, el afán
de quedar bien ante el modelo que les sustenta, que les inspira las
líneas de una personalidad pugnando por definirse, les obliga a
emplear todas las malas artes del humano proceder en una gue–
rra de odios, de chismes
y
de competencias entre ellos.
Es
indis–
pensable que nombre para la administración de la Providencia,
cuatro o
cinco
mayordomos"-, Gabriel volvió a perdonar a Isidro,
y
lo que es más -con la prosperidad fácil
y
el endiosamiento–
fué adquiriendo una indiferencia, de lo anecdótico, de lo urgente,
de lo vital de la escena popular. Se hablaba de él como de algo
misterioso e
intocabre.
Se le miraba como a una perspectiva die
in–
finito. Se le sentía como a una valla inexpugnable, como a un
petreo
telón de fondo para aforar la tragediila de indios y cholos que
seguían por los campos, por los cáminos, por los pueblos, por las
ciudades.
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