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yotes, soplando el vidr io, el mexicano es siempre

un artista, el mismo que canta en la guitarra para

dar satisfa cción a su ser íntimo.

En las principales avenidas de la capital azteca,

indios

canaster.os

entrelazan silenciosamente su

hu–

mosa cestería. Allí en los rincones die los grande ·

edificics siguen tejiendo el delgad.o junquillo o ma –

cerando dulcemente las palmas florales . Por su 1c–

titud, este artesano del pueblo parece que compren–

diera la dignidad que representa la tarea de ejecutar

cosas bellas y útiles.

-

.

En todas partes encanta e impresiona la nota ar–

tística que pone el puebl.o en la vida diaria : con el

aserrín con que se limpian las manchas del piso en

lo'5 restaurantes, los mozos de servicio, al esparcir–

lo, aprovechan para hacer extrañas flores en el sue–

lo, que cambian de forma a medida que cumplen su

trabajo, casi siempre cantando. Los muchach::>s que

limpian fos cristales y los. espejos de · las g·rañdes

tiendas, cori la espuma del jabón van trazando

marcos con bellos dementas decorativos ;

corazon~s .

flores , frutas y pájaros. El mozo del café, mientras

llega la clientela, con unas pequeñas tijeras, va re–

cortando en las servilletas de papel de China, ar–

tísticas decoraciones. Los más modestos pa.rroquia–

nos de las cocinerías populares, de sobr-emesa,

~no .

delan también con la miga de pan, pequeños moni–

tos qu-e re$µltan deliciosas figurillas.

Así es-.' México . Y no es exagerado afirmar que

a.Jlí la creación artística del pueblo está presente en

todos los aspectos de la actividad nacional como un

impu'1so funcional de .dignificación humana. Es la

continuidad de la misma raza . Recordemos que

antes de la conquista el indio había levantado . va

en sus templos verdaderos monumentos de afirma–

ción COfmogónica, manifestaciones de un alma que

integra las líneas del paisaje y qui-ere 9ejar

1Ína