-
266
-
ree·1icttentros
venciéndolos, y asegurada toda la región,
regresó.
En su tiempo, dice el Padre Lozano, se redujeron ' los
rebeldes homaguacas' gracias al celo
«
del venerable pa–
dre Gaspa-r de Monroy, jesuita que eutró a predicarles el
Evangelio
y
los convirtió para Cristo». Pern, dos de sus
caciques más poderosos, Piltípico y Telui, obstruían di–
cha predicación ;
y
.aunque el Padre Monroy consiguió
que
aceptasen la paz con los españoles (en el dicho año
de 1595), no se pacificó del todo la Quebrada hasta q
ne
el gobernador Mercado mandó desterrar de ella a. los re–
feridos caciques.
También, según Lozano, se rebelaron en esa época
«los diaguitas de la j nrisdicción de la Rioja, dando cruel
muerte
a
sus encomenderos y a ·otros españoles, con
que
se puso en manifiesto riesgo aquella ciudad; pero dando
orden el gobernador al valeroso Tristán de Tejeda pa–
sase a pacificarlos, juntó próntamente gente, y mar–
chando
a
largas jornadas y castigando a los más culpa–
dos, sujetó a los demás y dejó en paz la tierra». «
D~
esta
m~nera
- continúa Lozano, - aunque don Pedro
Mercado no adelantó las fundaciones, pero conse;rvó las
que halló en la provincia ... »
(01J.,
t. IV, pág. 410-413).
A principios de 1599, el Consejo de Indias se dirige al
Rey, indicando a Luis de Sotomayor, a Francisco de Val–
verde y Mercado y a Francisco Martínez de Leiva, como
las per·sonas más
ci
propósito
para suceder, en el gobierno
de Tucumán, a Don Pedro de Mercad0, «por auer [éste]
cumplido el tiempo de
su
probision
~>.
Y
el rey designa
a
Don Francisco l\fartínez de L_ei
va
(Consejo de Indias,
op.);
quien se hace cargo del gobierno en 1600
(LOZ.i\N9,'
op.,
t.
IV, pág: 413).