LENGUAS DEL PACÍFICO
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haber abierto la puerta con los resultados que publicamos, nos encon–
tramos ante perspectivas del todo nuevas.
Varios conceptos generales de Trombetti no podrían sostenerse,
después de considerar los paradigmas geogEáficos de que hemos dado
algunos ensayos. Primero, que las lenguas de América sean todas bo–
reales por su origen (TROMBETTI,
Glottologia generale,
p. 19) ; pues
en cambio América es un receptáculo capacísimo de copiosos materiales
lingüísticos nítida y típicamente australes, y entre ellos está una suma
no sospechada de elementos de Australia.
En segundo lugar, se impone desde ya modificar el esquema ge–
nético, como lo representa la carta que acompaña el volumen de Trom–
betti. Nos muestra esa carta .un cuadro muy análogo al que de las pe–
nínsulas itálica y griega, y de Europa en su conjunto, nos mostraron
un día los primeros teóricos del lndo-europeísmo. Los pueblos pene–
traban a esas tierras, por la región ístmica, como el agua penetra en un
rec!piente vacío, e iban a situarse, por ley mecánica, uno tras otro, en
"fila indiana".
Ya a su primera consideración crítica, muchos habrán experimen–
tado repugnancias lógicas cont a la disposioión artificiosa de los mu–
chos pueblos y lenguas que en este cuadro se escalonan desde Alaska
basta Tierra del Fuego, a lo argo de la costa del Pacífico. Todas las
lenguas americanas, y por tanto los pueblos que las hablaron, habrían
penetrado, uno tras ott , por el p ente de Behring, y se.da
todos, como
lo dice la carta, paleoasiáricos.
Afortunadamente ya po'1emos rehusamos a leer la lista de lenguas
americanas seriadas con un tal método genealógico de cadena continua:
Choco
genuit
Aimara, Aimara
genuit
Araucano, y así hasta el fondo
de la bolsa, o "continente".
El sistema seguido por Trombetti es debido a varias causas. En
el orden teórico es una consecuencia directa de
la
antropología de
Hrdlii;ka, la que ha dominado ampliamente el espíritu del Autor, y
el\ lo material la mayor culpa es de los estudiosos de la América del
Sur, los cuales no han sentido todavía la necesidad de crear una escuela
de lingüística capaz de seguir el movimiento que en todo otro lugar
de la tierra ya tiene una larga y honrosa historia, sin exceptuar las mis–
mas islas de Oceanía, que cuentan con las escuelas glotológicas de Nueva
Zelandia y Honolulu. En tercer lugar, no hay que excluir el factor
técnico: es un hecho que las ondas transversales, al originar interferencias
colocadas en un sedimento lingüístico superficial,
y
por tanto mejor
conservadas y visibles, pueden desviar la atención del observador, aleján–
dola de las líneas directas de un movimiento real.
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