Tales son los que se encuentran alrededor de
una explanada que se ha venido en llan1ar del
Rodadero
(Suchuna, en quechua). Entre ésos,
podemos señalar: el llamado trono del inca, que
es una serie de escalones de un pulimento tan
compacto que las piedras
parecen bruñidas.
Tiene veintiséis asientos
o escalones, distri–
buidos en un orden j erárqnico.
En la parte
más dominante están las escalinatas de honor,
algo semejantes a un estrado de ho1nenaj es.
Estos asientos servían de lugares desde donde
el Inca
y
su corte espectaban las fiestas r eali–
zadas en el llano de adelante. Los personajes
se sentaban sobre las piernas , como los orien–
tales. Desde allí el inca recib 'a el bomenaj e
de sus s' dí qs,
ntre danzas
ú ícas ca1n–
pestres, de gran colorido rural.
M~s
lá, s bre una roca, hay la misma
distribución de
tianas
o asientos, estrados do–
minantes que tenían la misma finalidad . que
los anteriormente descritos.
Tambiéri se encuentran las llamadas
chln–
canas,
especie de pequeños túneles que ser–
vían para diversión
y
esparcimiento.
Estos lugares eran, pues, escenarios don–
de se realizaban suntuosas
fiestas llena::; cle
colorido, en las que resal taba el más acendra–
do culto a la naturaleza, la exaltación más re–
finada del sentimiento del paisaje.
El doctor Alberto A. Giesecke, inicid u:via
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