circuitos de murallas cerradas y conveniente–
mente defendidas y superpuestas.
Cada uno
ienía un desarrollo
de dos o tres kilómetros.
Entre uno y otro círculo había un espacio de
cinco a diez nietros de ancho.
Se ingresaba a cada circuito por varias
puertas diseminadas
en diferentes puntos y
convenientemente defendidas. Hoy puede ver–
se dos hermosas portadas
que se conservan
casi en toda su
integridad, hacia
la región
oriental, con _espléndidas escalinatas de ascen–
so, puertas correspondientes
a los dos prirne–
ros circuitos. Al centro del tercero, sobre el
punto más elevado
de la cun1bre, había
tr~s
torreones
circulares, co o
defensas de los
contornop o co
,o
torr~
al . enadas de os cas–
tillos europeos. Desde uno de estos orreones,
probablemen1e se precipitó el gran jefe indio
'que se eonoce con el nombre de Ca:huide, para
no caer en inanos de 1os españoles.
Dentro de cada muralla estaban los apo–
sentos
que servían
de depósitos
de
ar1nas,
piedras de combate y de todo lo que queda di–
cho anteriormente.
Las ruinas de
la
región norte tienen,
por
otra parte, la particularidad de estar dispues–
tas en
forro.asentrantes y salientes, o dicho
de otro .1no_do,_en ángulos
internos
y
exter–
nos. Esta disposición va revelando su finalidad
estratégica: desde
cada
vértice se efectuaba
la
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