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que han hallado acogida en él procede de nuestra flo–
ra, como que es en verdad tan rica, y sus norübres
todos, o casi todos, de procedencia araucana ,; a la in–
versa de lo que se observa en lo tocante
a
otras nacio–
nes americanas, que resultan mucho más abundantes
en los de animales. Respecto de las del habla ordi–
naria! no deja de ser curioso, como la Real Acade–
mia lo
~xpresa,
que no pocas de ellas reconozcan abo–
lengo peninsular, de Andalucía, Salamanca y Murcia,
especialmente por lo que se refiere a las chilenas. Cuan–
do se trata de alguna de ellas, pongo, después de enun–
ciarla, la definición de la española.
Incluyo entre las de Chile, desde luego, por supues–
to, las que llevan nota de esa procedencia, y en seguida
las que figuran con' la indicación general de america–
nismo, siempre que se usen asimismo en Chile; eomo
no he podido menos de hacer también con aquellas
que, siendo corrientes en Chile, aparecen como. pecu–
liare§
de otros países hispanoamericanos. En
1
este or–
den; ·· se nota igualmente el cuidado que la Real Aca–
demia ·ha ·i:enido de procurar, en cuanto le ha sido po-:
sible, de dar su etimología, de que carecían, de ordi–
nario, las precedentes ediciones del Diccionario.
Diré, por fin, que cuando se trata de una . voz
chilena a la que faltan acepciones que la completen,
he cuidado de
expres~rlas,
poniéndolas entre parénte–
sis, para dejar siempre íntegro el · texto académico.
Corrio es de suponerlo, y ya lo dedara el Prólogo del
Diccionario, hay definiciones incompletas, y aún ape–
nas enunciádas, en -gran parte por carencia de mejores
elementos de consulta; algunas, aunque bien pocas, .un
tanto erradas, sin que falte tampoco atribución de
voz chilena a la que de verdad no lo es. Con todo; la
obra realizada por lo pertinente a Chjle en el Diccio–
nario es de grandísima valía, y al pretender ponerla
de manifiésto, mi propósito ha sido que ella pueda ser–
vir de base a la que-con perfecta razón reclama la Real
Academia de su Correspondiente en Chile.