CUENTOS l\NDINOS
- ¡Qué hermoso es el fuego, Sabelino!
Así quiero ver arder yo a torlo Chupán. ¡Que
venga ahora su patrón Santiago a
defende1~los del
lhuq.ui!Si viniera le haría entender
lo que valen los obasinos ... ¡Puche! .. . ¡Tram–
poso! .... El es el que aconseia todas las picar–
días y daños que nos hacen los chupanes .
Al reflejo del incendio, el rostro pálido
del indio parecía retocado con sangre y sus
ojos negros, desmesurados y saltones, brilla–
ban como los de un felino en la noche. Sus
palabras retadoras, a excepción de Sabelino,
fueron mal recibidas por sus compañeros,
capaces, tratándose de los hombres, de to–
das las atrocidades imaginables, pero supers–
ticiosos y cobardes ha sta la asquerosidad an–
te las cosas de la iglesia.
-¡No digas asi!-murmuró el llamado
Marcos-.Patrón Santiago puede oírte,
Chu–
qui,
y es vengativo. No olvides que estás de–
lante de su casa, y que cuando está molesto
sale a la plaza en su caballo blanco y comien–
za a darle a comer gente como pasto.
-¡Qué bestias! ¿Hasta cuándo estarán
ustedes creyendo en lai::i patrañas del caballo
blanco?
- ¡Calla
tu boca, Chuqui!-replicó
Mar–
cos, más escandalizado aún. Ta juro que yo
he visto una noche, que vine a esta plaza
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