I
CAPITULO XXII
El-' CAMINQ QUE R CORRIERON LOS
CAPACS
I-Iemos reco r· o, quienes esto escribimos, por convenir ello a
la
índole de nuestros estudios, la ruta que el aillar de los Capacs,
guiado por sus
rrnallcos
o
niancos,
recorrió con rumbo al valle del
Ouatanay.
El ca.mino, agreste, fragoso, encajonado entre cerros abrup–
tos, modernizado y todo, está hoy, con escasa diferencia, cual hace
1nil
y doscientos años.
·
Apelando a la facultad evocadora de la imaginación, hemos
rontemplado, como quien dice, al Manco de la leyenda, arribando,
él y sus gentes, en flotas de balsas construídas de
enea,
a la playa
anegadiza de
J
uliaca.
Las embarcaciones aquellas, destinadas a ser devoradas por
d :fuego, siendo así que no habían de ser de provecho en lo su–
cesivo, haladas a tierra, formarían una como valle sobre el con–
torno del improvisado campamento de la , horda.
En la parte central de este último, confiadas a la vigilancia