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BOCETOS HISTÓRICOS

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Cuando los cronistas de la conquista contaron que en el

hermoso valle de Yucay tenían los Incas un espléndido jardín,

dond.e las plantas y los frutos eran de oro y plata, donde el

maíz se alzaba esbelto con sus largas hojas de plata y las ma–

zorcas de oro, cuyos filamentos caían como dorado finísimo fle–

co, y la coca y la sabrosa papa, se veían en surcos representa–

das en plantas de plata, donde el artífice había hecho verda–

deras maravillas; dichos relatos nos parecieron tan exagera–

dos, que sólo el orgullo nacional pudo darles crédito; mas, hoy,

que las excavaciones en las tumbas dan a conocer las maravi–

llas del arte antiguo peruano, la vista de los objetos desen–

terrados y el material de su factura, han concluído con nuestro

ex0epticismo.

Es, efectivamente, sorprendente, la perfección que alcan–

zaron los plateros-indios. El arte de laminar el oro y la plata

llegó a su máximum, si se tiene en cuenta los medios que para

ejecutar estas obras emplearon. Hay adornos de oro sobre

las cabezas de las momias y sobre los vestidos de los sacerdo–

tes, que tienen la finura de un papel de raso. Era sobre tod0

en los vestidos sacerdotales y en el adorno de las momias ele

personajes ilustres, en donde se hacía un verdadero derroche

de adornos de oro y plata. Se ven túnicas casi cubiertas

rlP.

la–

minillas de oro imitando pescados o serpientes, los dos prin–

cipales totémenes de los costeños, cintas frontalea

y

dfrcc>S

imitando soles. Fueron también habilísimos en el repujado

sobre el oro, hecho a golpe de mazo. Era sobre todo para sus

adornos en armas, sus vasos y sus pecheras, para las que em–

plearon la lámina arre.:mjada.

En todas estas riquezas y adelantos nos ofrece mue;;tra

el rico museo que en Lambayeque posee el Sr. Enrique Brünig,

estudioso peruanista que ha llegádo a coleccionar sobre todo

objetos de oro y plata, y que en este género de artefactos po:ee

el más valioso museo de antigüedades peruanas que se conoce.

Muestra de la preciosidad de los artefactos, son las que expo–

nemos en los grabados que exornan este artículo y que hemos

escogido de entre más de un centenar de fotografías, que ha

tenido la amabilidad de remitirnos, y a quien agradecemos el

envío y estimulamos para que dé a luz los valiosos trabajos de

filología y arqueología que emprende. El, en el silencio de su

retiro, pero en contacto con los yunga¡;, 1ue aún conservan las