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HORACIO H. URTEAGA
nifestó sobre todo en las tres artes más necesarias para la vi–
da de los pueblos primitivos: la agricultura, las artes textiles y
cerámicas y las construcciones de defensa. Fueron motivo de
asombro y lo son todavía, de los hombres de ciencia, las sober–
bias y atrevidas construcciones de hidráulica que llevaron a
cabo los yungas. Las represas del río Moche, las cloacas de
Chanchán, los canales de riego de los valles de Chicama, las
represas y canales de Namora, en Cajamarca, las grandiosas
construcciones hidráulicas de lea y Piura, Moquegua y Ari–
ca, avergüenzan a nuestra cultura y adelanto, y nos muestran
lo que puede un gobi.erno regular y paternal y la perseverancia
y actividad de los hombres. Los que señalan como causa de
la decadencia de las razas costeñas, al medio enervante, en–
contrarán una poderosa objeción en la actividad de los yun–
gas, que vivieron en las mismas regiones en que hoy vivi–
mos y lucharon con una naturaleza aún más agreste.
En cuanto a sus construcciones estupendas, las tres que
quedan en pie, Paramonga, Chanchán y Pachacamac, un pa–
lacio, un castillo y un S':l.ntuario, nos dan los tipos de sus obras
arquitectónicas, y en ellas el estilo asirio e indostánico domina.
Son las pirámides superpuestas, los cuadrilongos sucesivos y
macizos, los largos corredores y las escalinatas alternas y des–
nudas; quedan aún las habitaciones achatadas y muchas ve–
ces subterráneas, pero que sobre sus .espesos muros de ladrillo
seco al sol, se elevan viviendas sobre viviendas con las atala–
yas dominando el valle; sus r estos todavía los trillamos, cuan–
do visitamos las huacas de los alrededores de Lima.
Pero es, sobre todo, su cerámica y su industria textil la
que más sorprende y maravilla. Los dibujos de sus telas y la
finura del tejido, nada tienen de inferior a nuestras más finas
telas de deshilado, calado y bordado; en muchas de ellas se ven
desparramados los motivos y los bordados superpuestos, igua–
les a nuestras pasamanerías. Quien ha visitado
el
espléndido
museo del Dr. Javier Prado, y ha contemplado su magnífica co–
lección de telas, habrá tenido ocasión de ap1·eciar cuanto deci–
mos. En los dibujos de esos hermosos tejidos se ven reproduci–
das sus principales figuras míticas ; el dios del agua, probable–
mente la divinidad principal de los yungas; los totémenes de
las tribus y las fantásticas representaciones de combates de
dioses y animales.