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SALMO.
8
Por qné, Señora, se han muJtip
1
kado Jos
q11e
me
atribul~n? abuy~ntadlos
y
disipad tos
l:Oll
vuestre poder.
·
Romped, oh Madre mía, ]as atadurfls de mj
lnquidad: descargad nue:,tros hombros del pe,.o
de nuestras culpas.
Tened piedad de mí, Señora, dadme la salud
del espíritu: quitad el dolor
y
angusti;.¡
tle m'i
corazón.
No me dejeis en manos de mis enerr.igo:s :
y
en la hora de mi muerte confortad mi alma.
Guiadme al puerto de la sal u
el
_eterna,
y
voi ·
Ted mi espíritu
á
su Criador. Gloria,
&.
Antífona.
Guiadme, Señora, al puertr• de la
11alud
y
en la h()ra de mi muerte cunfurtad
mí
alma.
Ant.
No nos
de~amparei&
. .... .
SALMO. ]9
Oidnos, Señora, en el día de la tribulación,
Y.
volved hácia nosotros vuestro piadoso sem·–
blante.
No nos
des~mpareis
en
la hora de nuestra
muerte: proteged á nuestra alma cuando se
5epare del cuerpo.
Envil'd un Angel que salga
á
su encuentro¡
y
la defienda de sus enemigos.
Mostradle propicio al Juez de los siglos: por
vuestra mediación le sean perdonadas sus cuJ.
paa.
Cuando se halle cercado de dolores, servidla
de refrigerio : por vuestro
po~er
alcance u1})u –
gar entre los escogidos de Dios. Gbria,
&.