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infimidad venturos< de tu C'>>raz0n;
~ea
éste
.::Salvador amado el élsilo pobre., pero canñvso
del Egipto. en el destierro do!
tns
enemigo~.
¡Ven, Señor Jesús, ven ....
~nés
en
e~ta
casa,
como en Naz2reth. se quiere:: con
eutrañ:~ble
amor
á
la Virgen María
á
esa maüre tan tierna
que tú mismo nos diste·: ven
á
llenar con
tt'
presencia
d~liciosa
los vaCíos que la muerte
y
la desgracia han dejado entre nosostro:- ... .. .
¡Ah! si
tú,
el amigo fidelísimn, hubieras estado
en nuestras horas de duelo, ¡cómo se:: hubieran
endulzado
tantas lágrimas
y
cuánto bálsa
mo de paz bubieramos sentido en aqudlas hc:: -
ridas llecretas que sólo
tú
conoces! . . . .. ... .
¡Ven! .. . . porque se acerca tal vez
p<~ra
nosr• –
tros la tar:de angustiosa de nuevos pe.,.'5ares
y
declina el día fugaz de nuestra vida
y
de nues –
tras ilusiones; ¡quédate con
no~otíO:<,
porqm:.
y<~
anochece,
y
el mundo perverso quiere en –
volvernos en las tinieblas de
~us
negaciones
y
n_osotro ~
te querernos
á
tí.
porque solo
tú
ere:,
el camino. la verdad
y
la vida!
}!;xclama
Jesú s,
como en tiempo antiguo : '·Es pre<:iso que de:- ·
de hoy me liéis hosped aje
en
vuc:-tr<~
casa" .
~ '.
Señor,
e~tableced
quí tu
tabe rnáculo,
á
CU) d
sombra vivamos de tu compañía, nosotros que
te proclamamos nuestro Rey, porqne no que
remos , que otro reine. sino sólo
tú.
Vint
siempre amado, bendecido
y
glorificado
€-n
este hogar el Corazón tr iunfante de Jesús. Ven–
ga
á
nos tu reino! Amén.
Recí"tese una
8aLue
en homenaje de amor al Cora
zón
ir.
maculado de
Lfaria.
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