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CJIJHllfiA

consigo, nenguno h·ubo que rehusase la ida, ántes todos le

respondieron que fuesen sin más aguardar.

É

hasta en querer

Villadiego

ir

á desbaratar ochenta indios con treinta españo–

les,

y

que entre ellos babia cinco arcabuces,

é

siete ballestas,

é

los demas rodeleros, no fuera hecho famoso aunque pren–

dieran é mataran al Inga, pues comunmente adonde se ha–

llan juntos cincuenta españoles tienen ánimo para acometer

á

mil

é

á

dos mil indios; mas fuera bien que partieran

á

tal

hora que el mesmo cansancio suyo no los enflaqueciera ni

maltratara tanto, que era menester hallar poca resistencia en

todos ellos ser desbaratados como lo fueron de la manera que

aquí diremos. Y es que luégo que el Villadiego determinó de

ir con los españoles adonde estaba Mango Inga se partieron,

é allegaron al tiempo que el sol se extendía por aquellas re–

giones, por una encumbrada sierra que hacia un valle que

estaba pegado á ella,

é

aunque la subida para ir

á

lo supe–

rior de lo alto era fragosa, bien pudieran los caballos andar

por ella

y

evitar el daño que se _recreció;

é

9on no estar del

Fator más de dos leguas, no quiso Villadiego enviar por el

socorro de ellos.

É

con muy gran deseo de llegar donde es–

taba el Inga se dieron priesa

á

andar por la sierra;

é

como

babia gran rato que caminaban iban cansados,

é

fatigábales

el gran calor que el sol hacia, mas no miraban

á

otro efeto

que al provecho que se les recrecía en el despojo que pensa–

ban haber del Inga.

É

aunque pensaban dar

á

entender no

recibir ninguna pena con el sol, no pudieron, porque en

tanta manera ardía su resplandor-en aquella sierra, que pa–

recía que debian de caminar por _los arenales de Tangaraya ó

por la costa de Tierra Firme, que en muchas partes de ella

hace calor mu

y

grandísimo, aunque, en la verdad, en estas

sierras

é

provincias frias suele el sol en algunos tiempos mos·

trarse tan caluroso como en las parles que hemos dicho,

y

este d ia que los españoles iban subiendo por esta sierra ha–

cia el calor que decimos.

É

como fuesen sudando

é

no halla–

sen agua con que se refrescar, tanto se fatigaban que se caían

encalmados

é

desvanecidos de las cabezas, como si Lovieran