Table of Contents Table of Contents
Previous Page  384 / 484 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 384 / 484 Next Page
Page Background

372

GUERRA

ningun pueblo ele los Pastos entró que no dejase de paz. En

Popayan se padecía en este tiempo muy gran necesidad, así

entre los españoles como entre los indios, que iban por el maíz

á veinte é á treinta leguas

á

lo traer; los bárbaros no querian

cultivar la tierra ni hacer sementeras pensando que, como los

mantenimientos faltasen, los españoles dejarian la provincia,

por lo cual podrían vivir en libertad.

É

como los mantenimien–

tos faltasen, los españoles padecían tanta

nece~idad

que nin–

gun. manjar hubiera tan malo que ellos por muy bueno no lo

tuvieran; mu.chos dias se pasaban sin comer sino yerbas bra–

vas de los campos,

é

lagartos, é culebras, é langostas, é otras

mil desventuras, é todos estaban

m~los,

hinchados, llenos de

muchas enfermedades. Por toda ·1a redonda· de la provincia

andaba tari grande é mortal

· hambr~

entre los indios que se

comia·n lós unos á los otros, é con pasar tan grandes trabajos

no quísieron sembrar. Los caciques

matab.an

los indios é los

cornian·

cocié.nd

~los

en crecidas ollas, por los caminos anda–

ban grandes cuadrillas de indios

mat~ndose

unos á otrqs; en

pudiéndo~e

tomar, ninguna piedad babia entre ellos para que

se

dejase~

de malar. Algunos españoles · que por la tierra sa–

lían, vista tan gran crueldad, les decían ¿que por qué eran

tan malos, pues eon sembrar sus tierras

y

heredades ternian

mantenimientos? No se les daba nada; respondian que los de–

jasen, qúe ellos tenian por bien de consumirse unos

a

otros é

sepultarse en

~us·

mismos vientres.

É

-Jos éristianos, pesándo–

.les de las crueldades de los indios, lo reprendían

á

los 'caci–

ques,

á

los cuales amonestaban ·que lo estorbasen, donde no

que Dios nuestro Señor los castigaría con toda riguridad; mas

por eso no se dejaba de hacer, é respondian que los indios

eran suyos, é que pues conocian ser así la verdad, que no-se

lo quisiesen ellos estorbar porque no lo dejarían por sus di–

chos de

hac~r.

Tras la hambre vino una gran pestilencia en las casas, que

se caian muertos muchos de ellos; los vivos sepultaban en sus

vientres á los muertos,

y

el demonio maligno, alegre de ver

tantas muertes

é

que todas las ánimas de ellos iban

á

su po-