Dll LAS
S~LINAS.
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Pizarro,
é
soltasen de la prision en que estaba al Adelantad o
D. Diego de Almagro, pues sabian ser un señor tan valeroso é
de ánimo tan generoso que les gratificaría tan gran beneficio;
é
que si esto le parecía que se hiciese, que babia de ser ocul–
tamente, sin que Pedro de Candía lo pudiese entender: Vi–
Jlagran estovo en lo que le dijo Mesa. Como Candía era hom–
bre de poco entendimiento, parecí.ales que, para poner en
efecto su propósito, le habian de hacer entender que convenia
que todos se fuesen á la ciudad del Cuzco
á
verse con Her–
nando Pizarro, é pedirle de nuevo provision para poder en–
trar por el valle de Caraba ya; é luégo lo trataron con Candía,
el cual, creyendo que no había ningun fraude en sus dichos,
les respondió que bien le parecía la ida del Cuzco pues
es~
taban tan cerca dél. Luégo l\lesa por una parte,
é
Villagran
por otra, andaban invocando
á
algunos que veian estar que–
josos de Hernando Pizano
á
que los siguiesen , poniéndoles
por delante el gran provecho que se les seguiria dé soltar al
Adelantado D. Diego de Almagro de la prision en que estaba,
é
que Hernando Pízarro les tenía bien merecida la muerte
pues les
e~vió
á
morir en aquellas montañas que habían pa–
sado;
é
como la gente del Perú tenga necesidad de poca
exhortacion para los atraer
á
cualquiera invencion que les ha–
gan. muchos hobo, así de los de Chile como de los de Pacha–
cama, -que prometieron
á
los autores de los seguir é ayuuar á
conseguir lo que querian. Y el capitan Villagran mandó hacer
alarde de la gente que tenían , é hallaron pasa.dos de trescientos
españoles de á pié é de
á
caballo,
y
entre ellos más de cien
arcabuceros
y
ballesteros; é al ignorante Candía hacíanle en–
tender que sería cosa muy acertada ir todos ::ipercibidos con
sus armas , porque Hernando Pizarro los tenga por buenos
capitanes.
É
l\lesa, buscando salitre , luégo hiz? pólvora para
los arcabuces, é mandaban hacer picas para los que no te–
nían arcabuces é caballos;
é
si no se tardaran tanto tiempo
ciertamente ellos salieran con su inlencion.
Partido, pues, el Maestre de campo Juan Quijada, an–
duvo hasta que llegó
á
la ciudad del Cuzco, é dió cuenta
á