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ONDE DE LA MONCLOVA.

errante

y

sin recursos, por climas que le eran

mortíferos, sepultado dia

y

noche en las minas,

donde le amenazaban los derrumbes

y

aires dele–

téreos; condenado al infierno del obrage; entre–

gado

á

una embriaguez, que le hacia olvidar

junto con sus in oportables penas los riesgos

de perecer en el hielo, el sol abrasador

6

preci–

picios horribles; oprimido de todos,

á

todas horas

y

de todos modos, mal podia el mísero siervo

formar familias fecundas, que reparasen los

vacíos determinados en su raza por la muerte

natural

6

prematura. Pocas veces lograban los

pueblos libertarse de

Iagas desoladoras_, que

solo hab[a

ido conocidas desp es de la con–

quista.

1 abuso del ag ar ie te cau aba estra–

gos contí uo .

epide

ias de 'Viruelas los

producian _horriblBs, por que los indios desva–

lidos

y

fatalista no podian tomar precauciones

contra el cont 'gio,

ó

lo aceptaban como la chapa

de Dios; las

f.

milias se extinguian en breves dias, ·

yaciendo en el mismo lecho los muertos, los

sanos y los moribundos . Aun las enferme dades

leve para otros eran para e)los mortales, por la

falta de asistencia

ó

por el uso de remedios in–

cendiarios.

La suerte de los indios establecidos en las

grandes poblaciones estaba léjos de ser tan la-