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ros de rribaron mas de diez cauallos con las picas,-y
los que venian en ellos peligraron, pisados de los
pies de otros cauallos que los atropellaron, y con
esto·se mezclar-on todos de tal suerte que no hazian
sino herirse muy cruelmente . El estruendo que se
hazia en esta hora fue tal , aunque eran pocos, [que]
se oya buen rato de allí, porque los dislates d e la
arc¡ibuzeria y los golpes qu e se dauan con las es–
padas y hachas d'armas
y
porras fueron t an espe-
. os
y
dados tan a menudo y con mucha fuen;:a que
parescia que estauan, como dizen, en la herrería
de Vulcano. El Visorrey y Don Alonso de Monte–
mayo r , como lleuauan la delantera, fueron los
primeros que acometieron a fos rebeldes , haziendo
sus golpes muy buenos, especialmente el Visorrey,
que derriuo en el suelo a vn,A lonso de l\llontaluo
y a Pedro Marn;:ario, en el qual quebro su lanc;a, y
di. curriendo por la batalla con su espada en la
mano yua heri endo de una parte a . otra : Gonc;alo
Pic;arro, auiendo arremetido con su cauallo, dio
vn encuentro de lanc;a al capitan Garcia de Bac;an,
que lo derribo en el suelo mal he rido, y derribo a
otros dos caualleros, y en el tercero quebro su
·la nc;a
y
hechando mano a lo espada fue por la ba–
talla fabo resciendo a los suyos. Pues ¿que diremos
de Don Alonso de Montemayor
y
de los demas
leales capitanes y cauallercs, y de los contrarios,
que a porfia peleauan esfon;adamente por mostrar
cada vno el animo y valor que tenían?;
y
as i ha–
zian el deuer en seruicio de sus General es, porque
cada vno pretendía auentajarse en Yen,cer a sus
enemigos.
Y
por es to murieron mucho hombres