-8-
..
las aguas del Sena, el grato perfume
que exhalan las flores, todo el univ'erso
parece que participa del gozo de las al–
mas puras. Empero ¿por qué sop.ríe la ,
expléndida naturaleza, cuando todo en
la sociedad cristiana anuncia escenas
de luto
y
desolación? El hombre lo ig–
nora; pero su corazón, las avecillas, las
nubes, las flores
y
las aguas, cuerdas
misteriosas del haspa 'de la creación, vi–
bran estremecidas de placer, porque el
hábito de Dios ha descendido hasta ellas
envuelta en el aura de la mañana.
Era el día de la Asunción del año
1534, cuando Ignacio
y
sus seis prime–
ros compañeros salían de París corona–
dos con las inciertas luces del crpúsculo
matutino, dirigiéndose á la capilla sub–
terránea de Montmartre, donde fué de–
capitado S. Dionisio, apóstol de Francia.
Allí Ignacio rodeado de la pe-queña cor–
te que ha reunido bajo los auspicios de
María, sobre la tumba del mártir que
plantó la fe en las Galias, en presen–
cia ,de los santos misterios, después de
haberse alimentado con el pan de los
ángeles, pronuncian distintamente un
voto irrevocable con que se ligan
y
se
disponen á arrostrar el hambre
y
las fa–
tigas, atravesar los bosques
y
los ma–
res, combatir hasta el último suspiro al
lado de la cruz,
y
vert~r
la san¡gre en
defensa de la más santa de las causas.