OJEADA
SOBRE LA
Y SU HISTORIA
El mal se conoce cuando se
padece, y el bien cuando se
pierde.
Tras la negra noche del error, que el
apóstata de Eisleben había defendido
por el norte de Europa, lució para el
orbe católico el alba suspirada de su
verdadera ilustración: los primeros vis–
lumbres de la alborada empezaban á
plantear la superficie del horizonte; una
faja blanquisca matizada de ópalo, cre–
ciendo por instantes se extendía y en–
sanchaba por la bóveda azul del firma–
mento. Apagábanse las estrellas, y la
confusa radiación del luminar del día
iba ahuyentando las tristes sombras de
la noche. El armonioso trino de los pa–
jarillos, el soplo de la brisa que mece
lánguidamente las ramas . de los árbo–
les, el canto indefinible que murmuran