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ve, que la gloria del cielo es para siem–
pre,
y
que los rigurosos tormentos del
infierno nunca tendrán fin.
Lo' aquí dicho es lo que basta para los
principiantes
y
novicios, para saber
responder cuando antes de profesar son
rigurosamente examinados de mística.
Quien trata de oración
y
no quiere ser
engañado del demonio ó de sí mismo,
tome un director prudente
y
docto
á
quien comunique todo su modo de vivir
interior y ei.'ierior.