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rior puede tener entrada el demonio,
no empero en la superior, si el alma vo–
lu11tariamente no le permite la entrada.
Ultimamento, si de veras tratas do
virtud, la regla cierta que has de tener
en todas tus acciones, es la santísima
vida
y
muerte de nuestro Salvador
J
e–
sús, pensando, hablando
y
obrando
aquello que es más conforme á tan efi–
caz ejemplar; consideráncloto siempre
al pie
~e
la cruz; mirándolo clavado en
ella con duros
y
crueles clavos: ator–
mentada su santísima cabeza porlafal–
ta de la sangre
y
dolor ele las espinas,
sin tener en donde poder reclinarla sino
los duros brazos de la cruz: su cuerpo
por todas _partes ábierto
y
hecho una
llaga: los
OJOS
lastimados con la sangre
que caía de las espinas, con las salívas
y
las lágrimas que derramaba: la len–
gua amarga, con la hiel
y
vinagre: loA
oídos atormentados con blasfemias
y
oprobios que le decían: su corazón tras–
pasado viendo á su Madre Santísima
011
un mar de dolores, desamparado de su
Padre Eterno, afligido so
bre toda pon–
deración ele que á tantas fincr.as habían
los hombres de corresponder con ingra–
titudeR. Mira uion quién es
y
cómo
eHtú.
Considera que has de ser presrntaclo al
tril.mnal de este Señor, que una sola
v<'Z
has de morir, que no tioncs sino una al–
ma, que la vida que ti6nes es muy urc-