POR
~NlJEL
M. SALAZAB.
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hombres
y
de
li.uacont-ot:iacüt
y
valor
he–
Tóicos, se
dirigió
á
la ln tlia
y
8~
estableció
en Goa
q1it~
hizo el
een.tr()) <le su
mü~ión
apostólica. Con
graind<~s
esf1rnrzos
y
pel'se–
verancia logró reunir un creci<d.o número
de
prosélitos
que
imita.ron
el
ejemplo
de
su 1'aestro,
dedic{u1d<:>se
á
la predicación,
y
de
e~te
modo en poc<;Js añós
la
nueva
Iglesia
Re
encontró en an
estado
florecien–
t~.
Er
infatigable
apósto-l emprelitdió
_en–
tonces
la
conversión del
Japón
á
donde
se
trasladó;
y
á
pesar de
la
oposición del pue–
blo, d'e los grandes
y
de los bonzos, bauti–
zó miles- de
infiefo~,
c(l)nstruyó templos
y
en el espacio
d~
do8 años vió pirosperar
:rá–
pidame:n te
sn h1;a a11ta.
Pero
el
ard·ente
celo
de San
F rl:tnei sco
Javier
n0
estaba.
sa–
tisfe0ho:
exita
o :su va.lor
Jl)Or
los muchos
obstáculos que ..
presentabaa
para
la
con–
versión
de la
China~
cuya
ent~ada
estaba
prohibida
á
los extranJeros, se dirigia al
Continente, cuando mnrió en medio de sus
triufos exclamando: "Por qU1.e h.e puesto en
Vo~,
Señor,
mí cónfianza no seré confun<li–
do" (1502). Su
ob-ua
no
terminó
con
él:
los
Jesuíta.s,
Franciscanos -y·
otros
misioneros' ,
continuaron sus trabajos,
y
el Catol
1
ícism0
~iguió
progresando en la
In<lia
y
en el Ja–
pón. Al
mismo
ti~mpo
tres Jesuitas, entre
ellzs el
pa<lre Ricci, logt"aron· penetrar en
la
China. Por su
afabilidad
y
oonocimien–
tm;i en mecá.nica se atrajeron el afooto de la
Corte,. bautizaron
á
muchos
y
obtuvieron