PRÓLOGO.
VII.
:m1gos ha11 cont:estado con los hechos y con
las obras·, cuya evidencia solo pueden
ne~
garla,
a
semejanza de los Fariseos, los cie–
gos voluntarios, y los hombres esclavos de
sus, p-asi"ones y del odio contra la religion.
La gran FamiJía Franciscana, como es
sabido,. apareció en una de esas epocas mas
calamitosas para la Iglesia, en que las he–
rejí::~s,
la corrupcion. de las costumbres, las
discordias civi-les, la tirania de los feudata–
rios, la tremed'd_a lu_ch_a del imperio con la
Jglesi;:l, pnreci3n querer sumergir la nave–
cilla de Pedro. Para remediar tantos males
causados
a
la sociedad
y
a
la Iglesia,
y
ll.evar
a
cabo tamafla empresa, Jesucristo es–
coge al mas
humilde, al mas pobre
y
desprendido ·de los hombres, a Francisco;
y
ve,
le dice,
o
Francisco, 1·estewra
mi
Iglesüz
que esta pa1·a caer.
tCumplíeron Francis–
co y sus Hijos la orden de
Jesucristo~
Ah!
estan la historia, las Bulas pontificias y los
escritores mas emi·nentes; ah'i esta ese se–
lecto numero de personas de ambos sexos
y
de todas las condiciones sociales, celebres
por el esplendor de sus heroícas virtudes
y
por la vastidad y profundidad de su cien·
cia. Ah'i estan en inmortales páginas rela–
tados
los
inmensos
trabajos, los heroicos
sacrificios de los Apóstoles Franciscanos di–
seminados por todas las regiones del glo- ·
P.o, llevando la antorcha
de la fe
y
de
J~