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y
espero en Dios, no encontranin eco en mi reba–
fio . Si la tempestad amenaza, no la temais, si te–
nemos entera confianza en el Supremo Conservador
de
las Naciones, en el
imico
di~
pensador de todos
los · bienes. R.oguemosle quiera prestar a los Legis–
ladores de la R.epública el conocimiento perfecto de
la sociedad que están llamados a constituir, y de
las necesidades a que deben atender. Ellos son ca–
tólicos,
y
desean el
asierto. Están persuadidos de
que po.r Dios
'reinan
los Reyes y los Legislado1·es
dec1·etan lo justo
[
i ]-de que la lei divina es la
fuente de toda la leí, y la condicion de la prospe–
ridad de las
~ociedades.
Saben que sin la Religion
Católica, Apostólica R.omana, no hai órden posible,
ni verdadera felicidad para ,Jos pueblos. De nuestra
parte,
r~bustéscanos
la
caridad evangélica: opon–
gamosla a los
qu~·
.trabajan por descatolizar a los
fieles; para que a esfuerzos de esa hija del Padre Celes–
tial, vuelvan al redil las ovejas extraviadas, conociendo
con el ejemplo
y
la verdad, el buen camino, y disipan–
do con la sana doctl'ina sus errores;
y
apoyad0s en
la autoridad de un Gobierno
ilustrado
y
religioso ,
como
el
de nuestra Nacion, nada serán los emba–
tes de
la incredulidad, porque nuestra
fe
sera tanto
mas
incontrastable,
cuanto
mayor
sea
nuestra
esperanza
en
la promesa de nuestro R.edentor al
ofrecernos la perpetuidad de su Iglesia, apesar d;:,
las persecuciones que la han combatido
y
Ja com–
batirán todavia .
Nuestro estandarte será la Cruz, nuestras ar–
mas Jas palabras del Evangelio, nuestra
fo rtaleza
(i)
Prov. cap. 8 v. 15.