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humilde sincerinad, su
rp,solucion e n este delicado
asunto. Osaclia fuera presumir que podemos valori- -
~
zar
y
apreciar mejor los grand es intereses de la Reli–
gion que aquel, á quirn D ios ha constituido Soberano
de su reino, en este mundo,
y
a~i ste
f' specialment e en
el ejercicio de sus altísimas funciones. El éxito de la
mision á Roma no nos inquiet·a, pu es, en lo menor:
nuest ra conducta está trazada de antemano por
el
respeto
y
la obecliencia;
y,
en cuanto
á
la sue rte de la
Iglesia:, Dios
b
tiene en sus manos
y
dispon e de e lla
con inefable sa bidu ría. N uestro mas vivo deseo es que
nuestros hombres públicos se sient an animados de la
misma di sposicion;
y
lo desramos , no solo porque de–
ben te nerla los que son
y
qui e rPn contin ua r siendo
verdaneros catolicos, sino, tambien, porque de e ll a de–
pende la· paz religiosa,
y
quizá política, de nu estra que–
rida patria.
Pero, por esto mismo, tenemos la mas completa
li–
bertad para tratar este asunto, que colora mos fuera
dfl la reso lu cion del Padre Santo, la cu al nos me recerá
siempre el mas profundo respeto
y
la mas vo lunta ria
sumi sion. Quien pone
á
sa lvo, de este modo, su fé
y
su
obed iencia demu estra que no lo guia ningun inte rés
perso'nal
y
puede disc urrir, con seguri clacl, en e l ter reno
de los principios católicos. Trátase de una cuestion
práctica, sobre la cuRl no ha recaído aun la senten–
cia de la autoridacl,
y
que puede se r resuelta por el
escritor católico, con -ente ra .ind epenrlencia, d entro de
Ja esfera que le trazan la disciplina
y
e l do,Q"m a _
Es ind uclab l(: que el Supremo Gobierno
h8
acredi–
tado una mision extraordina ria cerca do la Sa nta Sede,
dirigida á conseguir, en último térmi no, que el lllmo.
y
Rmo. señor A rzobi spo electo dfl Lima, rlPje de suce–
d er a l Illmo. Sr. Goyeneche, en la g loriosa Sede_ de
Sto. Toribio. La voz públiea señala a l Sr. Dr. D . .Prdro
Galvez, nuestro Minist ro .Plenipotenciario en París
y
Londres, como a l enca rgado de tan dificil
y
prligrosa
comision.
Intencionalme ntó, prescindimos aquí de Jo
mucho
CJU C
podríamos decir acerca de los incidentes
que precedi e ron
y
acompaíi a ron el actÍe rdo del Go–
bierno sobre el envío de un Ministro á R oma. Renun-