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hijo querido á los objetos mismos de su
propia ternura: Dios, el padre, los herma–
nos, los parientes
y
los amigos de la casa,
el pobre ó menesteroso, el enfermo y el
desgraciado , serán el término á donde
encaminará esta madre cristiana los pri–
meros arranques del amor infantil.
He aquí la educacion de familia, en
la que los buenos ejemplos, las sanas doc–
trinas
y
todo cuanto rodea al infante d€be
ser recto, honesto, santo y acabado.
~
ada
ha de presenciar, ver, ni oir, que no sea
la verdad en todas sus manifestaciones.
Los antiguos filósofos y los mas célebres
pedagogos de todos los tiempos han cla–
mado con igual energía, para que en esta
época nada aparezca á los ojos de la infan–
cia, que pueda lastimar
ó
viciar sus ten–
dencias en órden á la virtud mas rígida y
severa.
Esta primera edad en la que se sien–
tan los fundamentos del hombre mayor y
de todaR las faces de su vida, tiene una
influencia decisiva, feliz ó funesta é irre–
formable en el órden del mal, cuando no
se oponen una resistencia y esfuerzos he–
róicos. El hombre será toda la vida lo que
sea
á
los doce años .
La educacion de familia ó doméstica,