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Parece increible que, en un país, como e l nuestro,

donde es vulga r la hidalguía, para los que sahen guar·

dar hácia nosotros Jos miramientos debidos, se

ex–

tr avíen algonas veces las id eas de tal man e ra que,

solamente cuando se trata del Jefe de la Iglesia Ca–

tólica, no tengan emba razo nuestros hombres públicos,

para co tT<'sponder con desaires los beneficios que nos

d ispensa . Ni se crea que exajmamos, empleando tér–

minos duros, para calificar la conducta de n11estros

hombres de Estado en la presente cuestion . Lo que

intentan ha ce r, con medios mas ó mEmos

viol e n~os,

masó menos sunves, no es simplemente un desaire;

es, ademas, un desconocimiento práctico de la sobera–

na autorir.lad del Vicario de Jesucri sto sob re toda la

Iglesia

y

una rebelion, tanto

m~1s

deplorable, cuanto

que lleva, en sí misrna, e l sc>llo de una cobarde ingra–

titud . . ¿Qué es,

én

efecto, lo que se proponen? Na –

da menos que ha ce r ilu so ria una cli sposicion supre–

ma, dictada por e l Sumo Pontífice, en vi rtud del pri–

mado de juriscl iccion que, por derecho d ivino, ejerce

sobre toda la Iglesia; anun ciada al mundo Catófieo, en

·el Consi storio de 29 ele Julio ultimo;

reves tida~

de to-

das las wlemnicl adP.s, que suelen acompañar los aetos

c¡ue se refieren al Gobierno univ0 rsal de la Iglesia

y,

Jo

qtH~

es mas, solicitada con mucha inst a ncia por

~ 1

mi smo Supremo Mandatario del Pe rú . Y a Jo han cla·

do á <'ntender muy claramente: e l fin que se proponen

consegui r á todo trance es el desconocimiento de las

letra's Apostólicas expedidn s, e n nomb re de Su Santi·

dad, en favqr dE+Illmo. señor Valle, Arzobispo electo

de J.,ima : si pueden conseguir este fin, por

rm~dios

sua–

Vf'S,

quedar án sa tisfechos;

y

si, para alcanzarlo, es pre·

ciso reemrir á medios violentos, la amenaza está pr<c–

parada

ya:

se rechaza rán la s Blllas; quiza, ni se hará

m~nci<?n

de e llas,

y

sé obliga rá al Ejecutivo

á

que, sin

m1ramwntos de ninguna especie, proceda addante ,

presentando las ternas, como si el camitlo est nviese li–

bre

y

expedito

y

c_o~no

si las reso]uciones pontificias,

en mate_l'ia de provJ s1on de Iglesias , fue sen bagatelas

clesprecmb les.

Digan nuestros mismos adversa rios qué nombre me-