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NOVIEMBRE. DIA' XXVI.

a.

eh

tender que ámbos

a

dos habian de llevar por igual

el trabajo. El mismo

Dios

para casar

Adan,

le

formó

de su mano una muger que le fuese en todo semejante,

y

las experiencias de todos los

dias

nos están enseñando

qu~n

peligrosas discordias nacen en los matrimon ios de

la desigualdad de condicion

ó

de

fortuna. Por tanto , de–

bes pedir

:l

Dios que te señale por su misma mano aque·

lla esposa, en cuya compañía le has de ofrecer tu vida

por sacrificio; bien entendido, de que así como se dice

en las sagradas Escrituras que la muger prudente

y

ador–

nada de virtudes es un don de Dios , es la corona

de su

marido,

y

e.s el gran premio con que premia Dios en esta

vida

los grandes servicios que se le hacen ; de la misma

manera se asegura , que la muger mala, iracunda , desho–

nesta

y

renc illosa es el mayor mal de los males, y con

l~

qual no puede ménos un hombre de ser desventurado.

Ulcimamente, exige la santidad del matrimonio, que

al

tiempo de contraerle se le mire con aquel respeto que

merece

un

sacramento instituido por J esu-Christo.

PU N T O S E G UN D O.

C

onsidera' que

si

has

sido

tan

feliz

que al tiempo de

establecerte en este estado has considerado necesa–

rio seguir las reglas arriba dichas,

y

has tenido

Ja

ventu–

ra de ponerlas por obra, con todo eso no debes darte por

satisfecho, sino considerar que el matrimonio no dexa

de

ser

ménos santo

y

respetable despues de contraido, que

ántes de contraerse. De consiguiente, debes procurar san–

tificarte en este estado, cumpliendo exactamente todas

su~

. obligaciones , que pueden reducirse

a

tres clases.

La primera consiste en

el

amor conyugal, el qual no

se ha de establecer en aquellos afectos y demostracio–

nes

arna.les que son propias de

las

gentes que ignoran

·a

Dios. Sobre esta materia es. muy notable el exemplo

de

Sara

y

del jóven Tobías,

y

en estos dos santos espo–

sos quiso Dios dar

a

entender la pureza de corazon con

que debe abrazarse el matrimonio. Varias veces babia si–

do casada Sara; pero sus esposos habian muerto en la no–

c·he de las bodas , no por otro motivo , dice la sagrada

Es–

critura, sino porque siendo Sara hermosísima, no habian

tenido otros fines en tomarla por esposa , que el saciar

una