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ENERO. DIA XXVIII.

:de · Eliberi ,

hoy~

Gránad.'a,

a

que asistió San Valerio ,

y

firmó en sexto 'lugar.,. precediendo en mucho tiempo al

famoso Obispo

de

Córdova Osio, que firmó en el undé–

cimo. En él se establecieron Cánones muy oportunos pa–

ra

confundir

y

poner en ódio

a

la Idolatría ,

y

.robus–

tecer

y

dar ánimo

a

los que habían recibido el bautismo.

Contento San Valerio con el auxilio que se le aca–

baba de proporcionar

para

la mayor santificacion de sus

ovejas.,

se

volvió

a

Zaragoza

a

continuar los desvelos

de

..Su - ca::rgo. pastoral. Exercitábase

eri

ellos con su

Diá–

cono ·V.Jcente.;

·e~ortando

a

los remisos; aterrando

a

los

"Soberb~os· ~

.fortra1'ecierrdo

a'.

los flacos ,

y

haciendose todo

·para•

:tadbs,

·a

fin 1r de ganarlos

a:

todos para

el

Señor.

Con singularidad procuraba inspirar en sus éorazones la

virtud de

la

fortaleza , proponiendo el precio de la fé,

y ·

fas coronas inmarcesibles que tiene Dios ofrecidas,

á

·quienes · üelante <de los hombres le confiesan.

No

duró

mucho la tranqw1ilidad ;

y

se

v

ió bien en breve quan opor–

tunamente preparaba

a

sus fieles para la bacalla que

el

enemigo comun les presentaba.

. . Llegó en este tiempo

a

Zaragoza

el

Presidente

Daéia-no ·,

a

quien en . el año anterior de

3º3· ~

ha–

bian enviado

a

España Diocleciano

y

Maximiqno por

ministro

de

sus crueldades ,

y

executor de la horrible

y

sangrienta persecucion que habian movido contra

el

nombre de Christo. Informado de que el Obispo

Va–

lerio

y

su

Diácono

V

icente eran. las cabezas

y

caudillos '

que sostenian la Religion del Crucificado., predicando

incesantemente la verdadera doctrina del E;vangelio

.· y

contra la supersticiosa

y

vana

adoracion de los· !dolos,

pens6 con astucia infernal, que destruido el principio,

podria

~mas

facilmeme· derribar y deshacer quanto por

él

se

sostenia. Mandó inmediatamente que prendiesen

a

los _dos .Santos,

y

los tragesen para ser juzgados

a

su

presencia. No eran tan vivos los deseos que tenia

el Tirano de derramar su sangre , como los <iue ,encen–

dian los dos fervorows corazones

de

verterla valer.osarnenl..

te

por

la Confesion

de

jesu-Chr is to. Apenas hubie–

ron entendido el Decreto., quando ellos mi$mos

con

la mayor presteza determináron ponerle en execucion,

alentados

de

la

fé '

y

gozo;:;os

con

la dulze esperanza

de

la